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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:58 am
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Treinta minutos; tiempo suficiente para que Minsuk y el parasol del coche tuvieran una pequeña cita. Utilizó el espejo para arreglar su cabello e ignoró el enorme bufido proveniente del asiento trasero. —¿Por qué esperamos afuera y tan temprano?— Fue la queja de su hijo, observando el estacionamiento de la escuela, completamente vacío.

Minsuk fue rápido en orar una excusa, las practicó antes de salir, evidentemente. —Hyunnie, siempre estamos con el tiempo justo. ¿No te parece cool llegar antes que todos?— E intentó involucrarse en la charla, pero se veía más concentrado en endulzar una sonrisa con su labial de cereza favorito; el sonrosar perfecto para entonar sus labios.

Cerró el parasol y no le hizo falta observar a Dohyun para saber que estaba descontento con el plan de su padre. En su defensa, tenía un motivo para llegar temprano. Un motivo cuyo nombre desconocía, por ahora. Destapó un frasco transparente y perfumó el aire con una fragancia igual de dulce que su propia esencia. Vigiló su lado de la ventana, esperando pacientemente a que -ese- padre apareciera y se volvió un experto en hacerle oídos sordos a las infinitas quejas de Dohyun (ahogándose con el perfume del mayor a estas alturas).

¿Cómo explicarle a tu hijo de nueve años que querías estar un paso adelante de las otras madres? Así es, porque Minsuk no fue el único en percatarse de la carne nueva y fresca que apareció en la entrada del colegio semanas atrás.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:58 am
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Le quitaba el aliento. Soo Yeon no podía entender como esos brazos tan delicados podían bloquear completamente el paso del oxígeno hacia sus ya algo desesperados pulmones. —Aiden, papá no respira— Soltó con la ultima bocanada de aire antes de que desde su cuello comenzara a a expandirse un tono rojizo que preocuparía a cualquiera.

—No quiero ir a clases— Una vocecita que chocó contra su nuca provocando cosquillas le hizo detener la marcha y bajar a su hijo que seguía aferrado a su cuello a pesar de recurrir a la punta de sus pies para mantener el equilibrio. —No iré— Sonaba decidido, cómo si tuviese alguna elección. Lentamente sus pequeños brazos cedieron al agarre para permitirle a su padre respirar, pero no le dejó completamente en libertad, pues sus nudillos se notaban blancos por la fuerza con la que apretaba la camiseta negra frente a él.

—¿No? Pero te tenía una sorpresa a la tarde… No podré dártela si no vas a la escuela— El anzuelo flotaba tentador entre ambos. Chan acarició el rostro del pequeño rebelde, dibujando con el pulgar caminos que conectaban las llamativas pecas que decoraban sus mejillas. —¿No querías darle un brownie a… Cómo era… Yujin?

Por fin. La agradable risa del niño hizo eco en sus oídos. —Dohyun. Me gusta…

—¡Entonces sube! Tienes una misión hoy, darle el brownie a Yujin— Le animó, agachándose frente a él para que se acomodara en su espalda. Niño sonriente, padre satisfecho, escuela a la vista. Aceleró el ritmo de sus pisadas, pues podía sentir la mirada de otras personas sobre él y su hijo y honestamente, ese día, no quería lidiar con encuentros aleatorios. No cuando podía sentir ciertos pensamientos aflorando en lo profundo de su instinto. Era un hombre, un hombre viviendo con un niño con una clara dependencia física y emocional.

Unos jalones de cabello calmaron su pseudo trote. —Es Dohyun, en el auto— Susurró en inglés Aiden, antes de repetir lo mismo en coreano. Soo Yeon hizo lo posible para complacer a su hijo, acercándose al vehículo para darle unos toques con los nudillos.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:58 am
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—¿Podemos salir ahora? Me aburro…— Las consecuencias de su ridículo plan empezaban a proyectarse sobre el menor; con brazos cruzados y piernas inquietas, rodillas colisionando entre sí. Quizás debió permitirle traer su teléfono celular para distraerlo con algo.

Desatento a la vocecilla del pequeño, Minsuk entrecerró los ojos y escaneó la entrada principal. —Hm, no lo veo...— Musitó sutilmente, y el bailoteo ansioso de dos apéndices níveos sobre su cabeza fueron suficientes para llamar la atención de su hijo. —Eww papá, ¿también estás buscando a ese viejo?— Registró decepción (y fastidio) en el tonillo ajeno. Minsuk parpadeó un par de veces, mirada clavada en el parabrisas, tratando de entender qué acaba de escuchar. —¿Viejo?

Antes de que Dohyun continuara despotricando, ambos presentes saltaron por el golpeteo inesperado y fue cómico, el despertar inmediato de cuatro orejas peludas atentas al nuevo sonido. —Oh, es el viejo. Muchas mamás hablan de él en los pasillos.— Señaló el menor una vez reconoció el rostro al otro lado de la ventanilla. Minsuk no ignoró la forma en que se le iluminó la cara al infante. —¡Y ese es Aiden! ¿Ya puedo irme, papá?— Esta vez Dohyun miró al mayor con suplica, harto de estar atrapado dentro de un vehículo sin hacer nada.

Sin poder luchar con el adorable rostro del chiquillo, Minsuk salió del auto maldiciendo la torpeza de sus movimientos al luchar con la pesadez de la puerta, e invocando a su actor interior, se desenvolvió lo más natural posible, por el bien de su imagen. Distante, ofreció; —¿Puedo ayudarle en algo?— Y tras corroborar de que se trataba de él, se acercó para abrirle la puerta a su hijo. El encarcelado al fin respiraba libertad, y Minsuk rodó los ojos cuando vio a su pequeño payaso inhalar aire con exageración; ¡libertad al fin! Exclamó su sonrisa radiante.

Un hormigueo en su nariz descubrió fuerza revoloteando en el aire, y la corriente soplando contra sus pómulos fue una confesión directa del hombre que tenía en frente. Distraído, Minsuk contempló en silencio un adorable hoyuelo junto a los labios ajenos. Ah. —¿Es tu papá, Aiden?— Cuestionó Dohyun husmeando el aire con el elevar de su mentón y gran desconfianza en un fruncir severo de sus cejas. Minsuk reaccionó en un pestañear y esbozó una sonrisa complacida, orgulloso de la precaución que tomaba su hijo con extraños. —¿El famoso Aiden? Hyunnie habla tanto de tí que empiezo a sentir celos.— Coqueteó con la idea de avergonzar al menor, y este en efecto, sintió el calor subir a sus mejillas.

Existe una rutina frecuente entre los dos; Minsuk se quedaba junto al auto y se despedía del menor con un afectuoso beso en la frente—detalle que Hyunnie odiaba—, sin embargo, un cambio en esa tradición fue necesario por el bien de esta... Investigación. Sí; buscar excusas utilizando a su hijo para estar cerca del nuevo padre, es una investigación trascendental, y no es porque Minsuk encontraba adorable como el pequeño, ¿Aiden? Se aferraba a su padre, y quizás, quizás deseaba saber más acerca de éste ridículamente apuesto hombre. Pero no sería tan obvio.

Ah, aunque Dohyun no comprendía los planes del mayor, y se convirtió en su karma por arrastrarlo a esto. —¿Por qué sigues aquí, papá? Creí que darías una clase importante de baile hoy.— Y es que, su padre nunca lo acompañaba a la entrada del colegio, evitando el desorden de madres y padres peleando por ingresar a sus niños.

Minsuk ladeó la cabeza forzando una mueca dulce y le pellizcó la mejilla con ímpetu extra, amenazando una de sus orejas color crema. Desde afuera parecía ser un simple padre siendo cariñoso con los apéndices peludos de su retoño. —Se canceló a último momento, Hyunnie.— Y juró ver una sonrisita maliciosa en los labios de Dohyun. Huh, era su hijo sin duda.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:59 am
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Cierto vaivén forzaba a Soo Yeon a apoyar ambos pies con firmeza en el asfalto gastado. Aiden, moviendo su cola de un lado a otro y de arriba hacia abajo en un círculo perfecto apenas podía ocultar su emoción, totalmente fundamentada cuando iba a ver al único chico de su clase al que si le podía hablar -o intentar- en coreano sin que se diese media vuelta o riese. No tenía problemas con sus otros compañeros, estaba seguro de que tenían muy buena relación, solo les faltaba algo de paciencia o estaban ocupados.

“De seguro se ponen nerviosos al verte, eres demasiado lindo” Había mencionado su padre más de alguna vez con ambas orejas caídas, incapaz de resistirse a los encantos del menor. Sus manos siempre acababan cubriendo sus pecosas mejillas y otorgándole algo de calor con el frote de esos grandes dedos. Si bien no sabía nada de su madre, y los ojos de su padre son lo primero que recordaba cada vez que decidía indagar en su memoria, su pequeña familia no podía ser más perfecta… Aunque a veces deseaba un hermano, y Santa Claus estaba más que consciente del hecho luego de todas las cartas que le había mandado.

—Uwoh, los sorprendimos — Le susurró el padre a su hijo ansioso al ver como las peludas se movían al interior del vehículo. La ancha sonrisa no tardó en aparecer mientras su espalda recibía un golpe de frio por la repentina falta de contacto con su hijo, quien no había logrado aguantar las ganas de saltar. —¿Ayudarme? — Sus orejas se levantaron atentas, y su cola le acompañó con un movimiento suave de derecha a izquierda. —Tu hijo parece ser amigo del mío, así que me presento- — Su nariz se arrugó sutilmente en cuanto el olor a perfume llegó a su rostro. —Llegamos hace poco — Su introducción había sido robada por su hijo, quien asintió alegremente ante la interrogante del otro menor. La risa que se escapó antes de poder controlarla causó que su cola se agitara nuevamente, rozando los brazos del pequeño australiano que intentaba ocultar su rostro sonrojado tras ella. —Ves Aiden, eres popular.

El fuerte aroma que insistentemente taladraba sus fosas nasales jugueteaba con sus pensamientos, y Soo Yeon por sobre todas las cosas quería dejarse llevar por los pensamientos. Respiró profundo y se apoyó sobre una rodilla para quedar a la altura de su hijo y despedirse con un beso en la frente, un abrazo apretado que sacó un quejido y una risa por parte de ambos. —Nos vemos más tarde — Declaró rebosante de energía el mini australiano en un coreano algo roto, pero entendible. Antes de levantarse vio como este tomaba de la mano a su amigo y tiraba de él para llevárselo a la escuela.

—¿Eres profesor de baile? Suena divertido — Con la palma de la mano quitó las pequeñas piedrecillas que se habían quedado enterradas en su rodilla y pasó la mano libre por su cabello para peinarlo un poco. —A Aiden le gusta bailar — Asintió a su propias palabras con lentitud, intentando mantener a su hijo presente en lugar de dejar que sus instintos disfrutaran de un vals en su cabeza. No era solo el olor, o el movimiento de las blancas orejas, o la idea de que había una cola en algún lugar que aún no veía, o la mirada de un par de madres dispuestas a más que un saludo, era la suma y multiplicación de todo.

—¿Puedo saber tu nombre? — Preguntó sin darle más vueltas. Era un hombre maduro, padre responsable, y estaba frente a la escuela de su hijo. No haría nada estúpido. .
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:59 am
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Como sospechaba, Minsuk no estaba del todo preparado para ser el espectador fortuito de una escena entre padre e hijo. Una interacción normal que desde afuera se veía como tal, mientras que para las orejas níveas del bailarín se trató de una secuencia cálida acariciando su sentido paternal y exteriorizó tal sentimiento con el leve decaer de cada apéndice, sometidos por unos segundos. «Es solo un buen padre, contrólate.» Reprendió a nadie en particular, o bueno, a esa vocecilla en su interior que necesitaba acentuar lo atractivo en presenciar las acciones de un padre afectuoso. Ver las interacciones adorables lo contagiaban de simpatía que nacía a medias al sentirse personalmente atacado por esa sonrisa que servía de sol en esta tarde nublada.

El poder que sostenían esos hoyuelos, dios mío.

Vigiló a su propio hijo, travieso delincuente que sonreía ladino a pesar de tener los peligrosos dedos de papá encadenados a su oreja. Aunque, con la sugestiva distracción visual de hombros anchos y brazos fuertes, Minsuk decidió presionar sus yemas con delicadeza, una técnica aprovechada años atrás para hacer dormir a un Hyunnie más bebé. No fue sorpresa oír el leve bostezo venir del pequeño zorro, un tanto hipnotizado con los mimos sutiles de su padre. Pero los ojos de Minsuk estudiaron al hombre del que varias madres hablaban (aprovechando que este se entretuvo en un abrazo con el pequeño Aiden), aquel bailotear de una cola canina que le hizo soltar una risa nasal muy discreta y dos orejas igual de peludas, ¿servirá la técnica en este hombre?, aunque, si tuviera sus dedos en una de esas orejas, lo que menos querría es hacerlo dormir.

Y su olfato nunca fallaba cuando se concentraba en interpretar un aroma. Oh.

—Papá, tengo sueño...— Murmuró Dohyun pestañeando lentamente y a pesar de decirlo como una queja, descansó la cabeza sobre su padre, acomodándose con gusto. Minsuk cerró los ojos por un segundo, recordando que su hijo estaba presente y cuya responsabilidad era llevarlo al colegio. «Cierto. Eres padre soltero Minsuk, pero primero eres padre, luego soltero.» Despegó sus dedos mágicos de la orejilla de su hijo y palmeó su espalda con suavidad, sonriendo con ternura encontrada en esa cara somnolienta. —Ah, ah, arriba, Hyunnie.— Llamó ahora sacudiéndolo con amor y cuidado (porque habían presentes). Afortunadamente, Aiden tironeó de él en un jugueteo infantil por despertarlo y arrastrarlo hacia la entrada. Ah, fue demasiado adorable observar a los dos niños, y tuvo que darle la espalda unos segundos al otro padre para despedirse de su hijo con un beso al aire y un ademán de su mano.

Antes de perderse en un largo suspiro de añoranza y volver a repetir el sentido pésame de —qué rápido crecen— de todos los días, una voz ajena que a estas alturas se convertía en miel para sus oídos, le hizo recordar que en efecto, hoy no era como todos los días. Aparentó observar un rato más la entrada con sumo interés. —Hm, lo es.— Respondió cruzando los brazos para deliberar su siguiente movimiento, porque después de todo, además de ser padre responsable, es padre soltero. Y uno muy determinado por averiguar más acerca de éste espécimen. —Bueno, cuando mis alumnos están de buen humor.— Y decidió que ya era hora de privilegiar al otro con una expresión cordial, así que se dio media vuelta en plena frase para mirarlo cara a cara.

Siguió el movimiento de esa mano con cautela y sus propias orejas titilaron dos veces, cautivadas por una acción tan simple. Ah, si, los niños. Muy astuto de su parte. Minsuk tuvo que darle crédito por la mención del niño, y soltó una risilla disfrazada de ingenuidad. —Hyunnie es bueno bailando, prácticamente lo obligué a tomar clases.— ofreció con el florecer de una leve sonrisa. —Pero nunca mostró gran entusiasmo... Quizás Aiden le haga cambiar de opinión.— Se atrevió a ladear la cabeza para entrecerrar los ojos, analizando al hombre y de no ser por la exposición pública, sería menos discreto con el viajar de su mirada.

Por eso permitió el revelar de su dulce aroma, una reacción casi natural ante la sutil demostración de estar... aceptando la presencia de éste depredador, porque si no se equivocaba, estaba frente a un lobo (esa cola podía ser muy obvia) y era su primera vez interactuando con uno de cerca. El escalofrío bajando por su espalda fue evidencia suficiente de que sus instintos le decían que tuviera cuidado. Pero Minsuk siempre fue famoso por no temerle a la conquista. —Si, puede, señor.— Murmuró con lentitud, como si pensara con cuidado en sus propias palabras, sin embargo, se desenvolvía con diversión entre tanta osadía. Acortó la distancia, solo un poco, porque todavía estaban en un lugar público.

Ah, pero la mirada fisgona de dos madres lo tentaron a dar un paso más, y el bailarín se preguntó si era demasiado para el otro padre. No sería la primera vez que asusta a sus intereses con sus avances osados... Pero era tan divertido cuando descubrían lo atrevida que resultaba ser una, supuestamente, inocente presa.

Ofreció su mano. —Oh Minsuk, modelo a seguir y héroe indiscutible de Dohyun, aunque él aún no lo sabe.— Susurró eso último en un jugueteo que hizo pasar como secreto entre ambos y se sintió levemente embriagado por la fragancia acariciando su nariz, más, logró mantener la mirada, invocando una sonrisa amable color cereza. —Y usted, además de papá de Aiden, ¿tiene otro nombre?— Cuestionó vistiendo curiosidad inocente en su voz, detalle que, siendo Minsuk, debería considerarse peligroso.

Jugaría el papel cordial de tratarlo de usted, porque tenía que ofrecer lejanía a pesar de la literal cercanía. Todo tenía más sentido en su cabeza.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:59 am
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Todo había comenzado cuando pilló la consola que tanto quería con un descuento imposible de ignorar, en especial si consideraba el enorme telón rojo con el “-40%”. Se había mordido el labio incontables veces cada vez que pasaba frente a la vitrina que exponía el moderno dispositivo pero se negaba a gastar tanto dinero en un pasatiempo que no consideraba indispensable en su vida. Jugar un par de lanzamientos en su móvil mientras esperaba para acomodar su agenda con la de su hijo era suficiente, y de hecho acomodar los dulces por colores para hacerlos desaparecer hasta tenía un encanto que los títulos más ambiciosos no podían reemplazar... Quizás era la música o los colores rosados. Fueron meses de ver videos de afortunados probando los estrenos y comentando sus aventuras, semanas viendo como hasta sus amigos jugaban en línea mientras el se tomaba una cerveza en el sofá de uno de ellos al ser incapaz de unirse sin un control. Era, en pocas palabras, una tragedia moderna.

Aunque no tan trágica como sus ganas de meter a ese conejo al auto y-

—Podría llevar a mi cachorro a una de tus clases, quizás logremos algo positivo— Le hacía ilusión la idea de que Aiden pudiese fortalecer los lazos que había formado con sus compañeros de curso, seguro de que sólo hacía falta un pequeño empujón para que el joven lobo alcanzara la popularidad que debía correr en sus genes. —Le preguntaré si le intere…sa…

Su cola dejó de oscilar de manera natural, tomando un ritmo coordinado con su propia respiración. Derecha, izquierda, el olor que había llegado a él no fue producto de un accidente o un desliz, era en su nariz una invitación, un ofrecimiento que no intentaba pasar desapercibido. Tragó la saliva que se había acumulado en un instante y atrapó la punta de su lengua entre los caninos. —Tsss… — Despegó la mirada de la punta de sus zapatos cuando vio los contrarios invadiendo su punto de visión. Al levantarla, y toparse nuevamente con las blancas orejas decorándole la cabeza, su sonrisa tembló ligeramente. —Oh Minsuk.

Cuantas agallas tenía.

Captó su atención un grupo de madres que, tras presenciar la interacción entre los dos padres solteros, dieron media vuelta listas para soltar sus frustraciones con cotilleos y suposiciones. Sin el peso de esas miradas extras sobre sus hombros, su mirada puso suavizarse por unos segundos. Un corto relajo interrumpido por la obvia pregunta que le harían a continuación. —Mins- No, digo… Soo Yeon, Park — Su oreja derecha se contrajo inquieta un segundo, buscando algún sonido que delatase compañía. Sonrió conforme con los favorables resultados de su pequeña investigación y dio un paso hacia el profesor de baile, devolviéndole el descaro. —Dudo ser el héroe de Aiden, pero si soy su mejor amigo— Otro agitar de su cola delató las ganas de jugar un poco.

Se acercó otro paso por la izquierda, llevando el cuerpo contrario a rozar la superficie de su carro. Volvió a sonreír, aunque sus ojos no reflejaban la cordialidad que sus hoyuelos entregaban, era algo más. —¿Por qué me tratas de usted? — Su rostro, ya invadiendo el espacio contrario y a centímetros de su cuello, se encontraba parcialmente oculto. Si no había nadie cerca podía darle un mordisco, ¿cierto? Levantó los brazos para apoyarse contra el automóvil y, principalmente, bloquear algún intento de escape. —No es necesaria la formalidad, estamos en la misma situación.

Y podían llegar a ser mucho más cercanos.

Olfateó nuevamente, embriagándose del dulce aroma de una presa dispuesta a apostar con su propia carne, y el no era quien para negarse a probarla. No tuvo que pensar demasiado en lo que quería hacer, sus instintos se encargarían de dictar el ritmo y rumbo desde ese momento.

—¿Tienes planes hoy? — Sin esperar una respuesta que no le interesaba, abrió la puerta del conductor. —Además de la clase cancelada a último momento— Sus garras se aferraron cuidadosamente a la delgada cintura que tenía en frente en un tacto casi amoroso. Le orientó al vehículo nuevamente, invitándolo a entrar con el presionar de sus dedos. Más que dejarlo como una simple incitación, se aseguró de que el hombre llegase al asiento, estirándose sobre él para colocarle el cinturón de seguridad. Costumbres de padre.

Rápidamente rodeó el carro, subiéndose sin permiso alguno al lado del copiloto. —Bailemos, Minsuk— Ladeó la cabeza y sus orejas le siguieron presas de la fuerza de gravedad. —Enséñame.

Por qué no, le regaló una amplia sonrisa. El interior del vehículo olía a él, ese dulce aroma que remecía sus instintos más primitivos. Quería devorarlo, pero no podía hacer algo estúpido, ya lo había decidido.

Quizás jugar con la consola le sería imposible, pero por qué conformarse con algo tan superficial cuando podía hacer algo mucho más profundo con el conejo.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 8:00 am
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Debió ser un gato en otra vida; existiendo con el fin de atormentar a toda presa que se cruzase en su camino, y si estaba generoso jugueteaba con ella un rato, antes del inevitable final.

¿De qué otra forma explicaría esa tendencia depredadora? Enviar un mensaje perfumado de provocación y acechar con la curiosidad cegando su instinto de supervivencia, en espera de una respuesta que se revelara en su contra. Una que, sabe muy bien, podría iniciar un juego peligroso. Que bueno ser un entusiasta de los desafíos.

Era fascinante, sugerente incluso, estar expuesto con dos apéndices sobre la cabeza, revelando su posición en la sociedad o al menos, el cómo podrían percibirlo otras criaturas. —Una simple y débil presa— Y el poderío descubierto gracias a esta repetitiva subestimación. Suponía que era culpa de la visión tradicional sobre su especie, conejos con una sola impresión sobre los demás; imagen estereotipada de sumisión y ternura.

Definitivamente le era fascinante ver como respondían al atrevimiento poco común que exhibía como presa. Aunque la mayoría de sus retos eran banales, momentáneos, una cita terminada junto al café y la promesa de verse pronto, sin cumplir con su palabra porque tenía un niño mereciendo más atención que sus deslices. Ah, no quería un café ahora de todos modos. —Oh, no dudo que estará interesado.— Afirmó en una generosa muestra de cordialidad para segundos después sonreír con victoria en cada extremo. Atestiguó una reacción motivada por el rociar invisible de su dulce aroma. Fascinante, en efecto. —Será bueno para él. El baile ayuda a trabajar la memoria, además es una terapia excelente para los niños. Usted puede intentarlo también.

Cubrió el ofrecimiento de lejanía cordial, sin pisar terrenos de libertinaje hasta no estar seguro. Entregarse al peligro era un pasatiempo entretenido, más, mantendría cierta distancia sin obviar su maniobrar. Conocer la naturaleza de éste hombre era fundamental para atreverse a coquetear con las posibilidades en lo profundo de su mente. —Hm. Sooyeon.— Con un motivo oculto detrás de su lengua, saboreó el nombre sobre sus labios con lentitud y consideración, sílabas catadas sin reservarse el encanto de decirlo en voz alta. Estar al tanto de un nombre de pila se volvió tentador, un pensamiento intrusivo que floreció con malicia de cada poro y lo llevó a cometer el primer delito; ¿cómo pronunciaría Minsuk ese nombre bajo circunstancias diferentes? ¿Cómo articularía Sooyeon el suyo? Dudas, muchas dudas.

Reconoció a un ejemplar digno de su simpatía con el último comentario acerca del menor; no hay nada más hechizante que un padre alardeando de su relación con su hijo. Minsuk personalmente no podría considerarse el mejor amigo de Dohyun, ya que existían muchos factores ganando el puesto. Como el teléfono móvil del cual no se despegaba. O el mismísimo Aiden ocupando un 75% de las conversaciones. Estaba feliz con ser un padre presente y amoroso, y estaba seguro que detrás de todas las muecas disgustadas—a causa de un abrazo y un beso—, había un niño agradecido por ello.

Ah. Sentía a la cordialidad despedirse con cada segundo que continuaba entreteniendo este encuentro con tensión, una capa densa que solo los cubría a ellos dos e infestaba el aire de sugestividad imposible de ignorar. Una voz, aquella aferrada a la razón, repetía la indecencia a la cual se estaba presentando en el estacionamiento de una institución escolar. Otra vocecilla, mucho menos cuidadosa y más ruidosa, le decía que la oportunidad nació desde el momento en el que ese padre redujo el espacio entre ambos y por ende, no debería ser desaprovechada. Minsuk concedió esa voluntad ardiendo en su interior, especialmente cuando el lobo cometió el segundo delito. Y no sería propio de él si no se convertía en su cómplice.

Un armonioso ‘mm’ se escapó de sus labios unidos y los separó de un suspiro, supervisando de a poco las acciones ajenas. —Solo tanteaba el terreno.— Tenía que inventar distanciamiento al principio, como parte del juego peligroso. La cautela nunca estaba de más cuando trataba con depredadores que, quiera admitir o no, podrían doblegarlo en fuerza. Aunque esto último pasó a ser un pormenor, anticipando el dato con el efímero descender de sus orejas. Aparentemente estaba en lo correcto cuando pensaba olvidar formalidades. Fue estimulante recibir la afirmación ajena, Minsuk priorizaba el consentimiento de una diversión mutua. Más apremiante fue ser asaltado directamente por esos hoyuelos.

También hubo una importante recompensa flotando en el aire, invisible e intocable, pero su olfato agradecía la exquisitez vigorosa invadiendo con ímpetu; anunciando de su existencia con cada inhalar que tomaba cerca de éste hombre. Minsuk cerró los ojos unos segundos, dejándose abrigar por el calor de proximidad física que permitió con poca resistencia. Podría vestir esa fuerte esencia como una medalla cubriendo cada parte de su cuerpo, exponer el resultado de su conquista ante madres lo suficientemente chismosas como para alzar el mentón y reconocer el fuerte aroma de un depredador sobre él. Ese depredador.

Flanqueó la cabeza en una clara demostración de permiso, su cuello se encargó de emanar más del perfume que se colocó tiempo atrás y éste supo mezclarse a la perfección con su aroma natural. Dios. Tenía que ser su instinto hablando sobre su cuerpo, porque de ningún modo accedería tan rápido al ofrecimiento. Necesitaba volver al juego. Tragó saliva e ignoró lo frágil que debió verse su nuez de adán. —Debería revisar mi ocupada agenda.— Fue absurdo teniendo en cuenta lo poco que hacia cuando decidía desistir de dar clases y dejarle todo el trabajo a su asistente. Posicionó una mano conspiradora sobre el hombro ajeno y el pulgar trazó círculos ausentes en un masaje débil. Al parecer, el contacto físico estaba permitido hace rato. Se equivocó cuando imaginó a un padre nuevo torpe o lento en la captura de indirectas. Ah, le gustaban las sorpresas.

Y el liderazgo que tomaba. Suficiente para invitarlo a continuar con el crimen en otro lado. —Normalmente no subo extraños a mi coche.— el asomar de una sonrisa se descubrió al segundo de su comentario y como si su cuerpo estuviese tan de acuerdo con su mente, permitió el ser atrapado solo para poder apreciar un poco de lo que podría suceder más adelante; ¿mediría su fuerza como ahora, o se dejaría llevar por la pasión del momento? Era muy pronto para ese tipo de sondeos. —Pero me siento ambicioso el día de hoy... Mm, por qué será.— Sin prisa y con paciencia se sentó en el coche con el vibrar de una risa íntima tras verificar que efectivamente, le estaba colocando el cinturón de seguridad.

Adorable. Una palabra que, a pesar del contexto, encontró un espacio en su mente.

Perdió poco tiempo dentro del automóvil, retocando su cabello con profesionalismo; manos experimentadas que no necesitaban de un espejo para ayudarlo a lucir bien. No se preocupó por su rostro. Sabía que sus labios aún rebosaban de un brillo sugestivo, y sus pómulos maquillaban la palidez de su piel con suficiente calor. A penas lo vio ingresar por esa puerta, ladeó la cabeza con intención en su plácida sonrisa. La privacidad aquí dentro facilitaba ciertas actitudes y aprovechó esto con el viajar indiscreto de sus ojos. —Bailemos, entonces... Aunque no sé si puedas seguirme el ritmo.— Giró la llave escuchando atento el encender del coche, y descansó una mano sobre el volante. — Admito que no hay nada más encantador que un estudiante dispuesto. Y veo que tú eres uno muy determinado.— ¿Estaban hablando de sus clases realmente? Sonrió todavía más por el ridículo doble sentido de todo esto.

Mantuvo la mirada durante unos segundos, hasta que se entretuvo mejor con la tarea de investigar la complexión a su lado; brazos firmes que tal vez podrían someterlo si tan solo le preguntaba, labios curvados en la sonrisa más atractiva y pequeños apéndices peludos tentándolo a tirar de ellos, o por qué no, mordisquearlos.

No perdió oportunidad de ofrecer miradas inquisidoras y esbozar una que otra sonrisa implicada mientras hacia marcha atrás, retirándose cuidadosamente del estacionamiento escolar. Lo que menos deseaba era provocar un accidente por distraerse con el adonis que viajaba a su lado. —Cuando escuché acerca de un padre nuevo, imaginé a alguien menos...— Tras aparcar en una zona alejada respetando la santa localidad estudiantil, hizo una pausa considerando opciones mientras mantenía la mente en el juego. Era evidente que en los planes de cada uno estaba el otro; una tarde libre para respirar de los niños y entregarse a los placeres que ofrecía la vida. Vaya placer que ofreció la vida el día de hoy. —Atrevido. Subir al auto de un inocente conejo. ¿Qué dirán esas madres, Sooyeon-ah?

Falso reproche y una invitación en el llamado melodioso de su nombre, pues despegó las manos del volante y dejó que una de ellas viajase hasta el bícep contrario; pista de patinaje ocasional para el deslizar de sus dedos inquietos, satisfechos con el músculo hallado bajo la presión. Ladeó la cabeza con ensueño, cada apéndice níveo siguió el movimiento de a poco. —Hm, la señora Kim no exageraba.— Un murmullo contemplativo, y es que decidió aventar unos segundos al aire para observar, apreciar, a un depredador ridículamente atractivo bajo su delicado roce. La insinuación de sus dedos susurraba deseo sin tener que alzar la voz y por un momento se preguntó si el instinto de ceder a la necesidad ya se estaba apoderando completamente de sus neuronas. Estaba seguro que el interior del automóvil estaba cubierto por esa capa indiscutible de tensión y calor. Una pizca de sus propias feromonas entrelazándose con la esencia ajena en una invitación más que obvia, aromas intoxicantes hablaban un lenguaje muy fácil de traducir.

Evidentemente sacó la lotería con éste canino.

Inhaló aire con paciencia y cerró los ojos, retomando el control de sus acciones. Descansó una mano segura sobre el muslo contrario, respetando por ahora el interés obvio de sus pupilas dilatadas al inspeccionar allí abajo con perversa curiosidad. Cuando estaba adentro del coche sus orejas solían ser un incordio, tropezando siempre con el techo de este. Ahora mismo pareció olvidar cualquier incomodidad que podrían ocasionar. —Te diré algo, y seré muy honesto.— Acarició la pierna hasta bajar a su rodilla y regresar nuevamente a su posición. Esta vez, un meñique travieso fantasmeó cerca de su entrepierna e inhaló complacido ante la firmeza muscular. —Sé lo que quiero, y que estés dentro de este coche me dice que tú también.— Relamió sus labios anticipando todas las cosas que podrían suceder ahí adentro, pero en el fondo de su cabeza, dónde se esconde un padre decente y responsable, sonaba esa vocecita diciéndole que en verdad considerara sus opciones. — Podemos ahorrarnos el jugueteo e ir directo al grano, no me importaría chupártela si lo que buscas es algo rápido. Soy un experto en la técnica anti-estrés.— Una sonrisilla ladina encontró espacio en sus labios brillosos y cada pupila se expandió con la imagen de este depredador derrotado gracias a su habilidosa lengua. ¿Lo espantaría con tanto atrevimiento? — O... Puedo llevarnos lejos de aquí y tomarnos nuestro tiempo.

Fue momento de descansar su mejilla en la palma de su mano izquierda y... Observar. Una intensa exhalación maliciosa emigró libre de sus labios adosados que permitieron apenas el escape como un mensaje ilícito de su inmediata acción y dos dedos de su mano derecha en definitiva condescendieron sin más al delito que tanto irrumpía con su raciocinio. Voluntad intuitiva por escuchar un apetito primitivo; este se manifestó enérgico en cada yema cuando conquistó el objetivo de palpar primorosamente esa zona prohibida, la entrepierna. Y tal clandestinidad logró el florecer de una manía habitual, morderse el labio con interés mientras seguía fielmente el mimar distinguido de su dedo índice y medio, reunidos para animar a un miembro viril oculto bajo el pantalón que, a pesar de interrumpir la sensación de piel a piel, no le restó perversidad a su acto.

Se intensificó el fulgor de sus pupilas casi hechizadas por su propio arranque de picardía, siguiendo el ritmo tortuoso que optó para atormentar de a poco a éste nuevo sujeto de pruebas y saturar su morbosa curiosidad. Indagó con sus orbes, apreciando gustoso lo que, esperaba, fuese solidez apetecible atendiendo el llamado físico. — Mm, el tamaño es lo de menos, pero oí tantos rumores... ¿Crees pueda tragármela toda?— Debía ser un crimen preguntárselo con un cándido susurro, dulce armonía que buscaba empalagar un ambiente denso e inevitablemente sexual. Reajustó sus piernas en el asiento, estimulado por sensaciones hormigueando en la parte inferior de su cuerpo y ligeramente afectado por una vivaz imaginación deseando persuadirlo para olvidarse de ser civilizado y abrirse ahí mismo, a la mierda los ciudadanos pasando junto al coche. Una risa temblorosa se escapó con aire y fue señal de que, en efecto, estaba cediendo a su instinto y placer culposo. Las feromonas en el aire hablaban en un idioma simple de comprender. Su sonrisa humedecida gracias al desliz de su lengua también habló por sí sola y comunicó el mensaje, desviando su mirada para fijarla en esos ojos con determinación. — No importa. Me gustan los retos.

Trazó unos últimos círculos antes de finalizar con el tormento. Una risa para nada inocente se ocultó detrás de su palma y, descomponiendo por completo el encantamiento, apartó los dedos inmorales de la bragadura para dejarlos reposar sobre el volante. Continuaba esbozando complicidad maliciosa en sus labios actualmente enrojecidos por el mordisco tentador de sus propios dientes. —Imaginarte encima mío en el asiento de atrás es tentador, no lo niego.— Guiñó un ojo carismático para aprobar su propio comentario. Una sonrisa maliciosa se exponía satisfecha con el atrevimiento de sus dedos todavía cálidos por el ir y venir de masajes indecorosos. Había un estímulo único en tentar a un depredador que fácilmente podría comérselo. De tantas maneras. Ah, el miedo nunca fue lo suyo. —Sin embargo… Me encantaría ver cómo exploras en la libertad de una cama... O un sofá. ¿Mi casa o tu casa, Sooyeon-ah?

Cualquiera de las opciones era válida. Totalmente.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 8:01 am
Wolf

Pecaba de ser una criatura competitiva, hambrienta de implacable victoria, particularmente cuando había un reto calentando su sangre. Tomó el cinturón de su asiento y tiró lentamente, con el sonido de la tela resistiéndose al gesto azotando sus oídos. —Tendrás que acomodarte a mi ritmo entonces, profesor — El clic acompañó al rugir del motor, permitiendo que el cuerpo del canino se relajara sobre el asiento, al menos entre comillas. Sus ojos siguieron la línea que los nudillos sobre el volante creaban, y fue inevitable imaginar esa misma mano aferrada a sabanas blancas. La sonrisa no tardó en asomarse, traviesa, cordial, y una forma de respuesta a los comentarios que escuchaba de labios ajenos. —Hay profesores que logran capturar la atención de sus alumnos, Min Suk.

Olfateo el aire con sutileza, descansando los parpados unos cuantos segundos para asegurarse de que en el interior del vehículo no se encontrase el olor de otra criatura. Olía a niño, y a quien se encontraba a su lado. Un perfume dulce y artificial ya pegado a la tapicería acompañaba a la esencia natural del conejo, estimulando sus sentidos de extraña manera. Quería quitárselo a cualquier costo, reemplazarlo con sudor. Soltó una risa boba debido a sus propios pensamientos, dejando pasar el análisis al que el otro lo sometía. El lobo conocía sus fortalezas, no era estúpido, pero aún sentía como su estómago se apretaba cada vez que alguien hacía un comentario o buscaba esas características. Esa vez era diferente, quería lucir sus atributos, conquistar.

—No sabía que hablaban de mi— Miraba de reojo el paisaje que quedaba tras el auto, reconociendo locales y pequeñas plazas que solía visitar con su hijo. Estaba distraído, se forzaba a buscar uno que otro motivo para mantener la mente ocupada en algo que no fuese imaginar al otro padre desnudo sobre sus piernas. La piel se veía tersa, bien cuidada y tan blanca como sus orejas. Dejar marcas en ella le resultaba demasiado tentador, la mordida de su labio inferior podía delatar sus intenciones. —Que el padre nuevo intenta incorporarse a la comunidad. ¿Está mal? — Forzó un sutil puchero, estirando los labios que habían enrojecido bajo sus dientes. Inocente conejo decía, misma persona que minutos atrás le había engatusado con el olor más dulce que había sentido en bastante tiempo. Él había hecho la primera invitación, y alguien de buenos modales no la rechazaría con tanta facilidad.

El primer roce rompió su numerito. La mirada bajó a los dedos intrusos que parecían buscar algo en su abdomen, siguiendo el camino que ellos mismos trazaban sobre su cuerpo. Ladeó la cabeza, fingiendo una torpe incredulidad ante semejante atrevimiento. —¿La señora Kim? — Tuvo que controlar las ganas de sonreír. La señora Kim, recordaba con claridad como los labios de esa mujer se separaban cada vez que sus piernas chocaban contra sus hombros. Había sido uno de los pocos deslices que se había permitido desde que había vuelto a su país de origen, y si bien no se arrepentía de darse el lujo, no era algo que volvería a repetir. —No recuerdo quien es— Respiró profundo, dispuesto a saturar sus pulmones con el denso aroma que se acumulaba a su alrededor.

Sus dedos también se sentían inquietos, ansiosos por recorrer el cuerpo del atrevido profesor de baile. Sin embargo debía controlarse, pues en el segundo que decidiese darse esa oportunidad, sería imposible detener sus hambrientas manos de llegar a rincones que no podría explorar con facilidad en ese espacio. Se limitó a cubrir sus propias rodillas, distrayendo sus yemas con la áspera tela del pantalón, al menos hasta que los dedos ajenos decidieron conquistar ese territorio también. Quitó las manos de ahí para dejarlas descansar a los lados y darle libertad de acción al conejo. —No creo que chuparla sea suficiente a este punto, no importa que tan bueno seas— Su agarre se concentró en las esquinas del asiento, hundiendo los dedos en la suave superficie. Ese maldito animal iba a aniquilar su cordura. —Aunque creí escuchar que tenías una ocupada agenda. ¿Me regalarás tiempo de todas formas? — Una pregunta cuya respuesta no era difícil de adivinar, pero resultaba inevitable de verbalizar. Quería recordarle al otro que ya había caído en un juego del que no podría salir, y que había saltado por cuenta propia a las fauces del lobo. Que literal resultaba todo, aunque aún no lo veía saltar encima suyo.

Los movimientos poco pudorosos de sus dedos le arrebataron un pesado suspiro, aliento cuya temperatura secó sus labios hasta forzar una lamida sobre estos. Su mandíbula se tensó en cuanto el mayor dejó caer su cabeza hacia atrás, permitiendo que sus sentidos se enfocaran en el agradable calor que se acumulaba bajo su pelvis. Pero la ambición era más potente, la necesidad instintiva de darle mayor espacio al placer que deseaba expandirse por su cuerpo. Un gruñido dedicado no al conductor, sino a su propia ropa por ser un obstáculo entre él y las tentadoras ideas contrarias se formó hasta quedar atrapado entre sus dientes. Aguafiestas.

Sus piernas se movieron inquietas, alzando levemente su cuerpo para aliviar la tensión que crecía en él. Tiró con cuidado de su pantalón para darle más libertad a la entrepierna, incómoda presión que se hacía más evidente con cada roce que recibía. Una sonrisa nació para eclipsar su mirada hambrienta, dedicada únicamente al culpable de la explosión se sensaciones que le recorría. —¿De qué cosas andan hablando? — Alzó una ceja en cuanto sus ojos se encontraron con los ajenos, deleitándose con la intensidad que el conejo reflejaba en sus pupilas. —Revisa por ti mismo— No era fanático de rumores, era creyente de hechos que podía comprobar por si mismo.

Quería agarrarle del brazo y forzar la libertad de su cuerpo. Guiar sus dedos al botón que protagonizaba la tortuosa interacción que se daba entre ambos y hacerle ceder. Pero para qué, si no podría darse el lujo de dar rienda suelta a sus instintos en ese momento, y en ese lugar. Sacudió su cabeza, inhaló hasta sentir que sus pulmones no podían expandirse más y se dio tiempo para volver a la calma. Con una mano acomodó el desastre que había quedado bajo su pantalón y con la otra se ofreció un pequeño regalo. Acercó su pulgar a los labios del otro, rozando el inferior que se miraba enrojecido y apetitoso. La textura suave dio rienda suelta a su imaginación, un pequeño adelanto de lo que les esperaba en cuanto la tela no fuese un obstáculo para ambos. —Y yo que te imaginaba luciendo esas piernas encima mío— Tenían visiones diferentes sin duda algunas, pero ambas resultaban igual de interesantes. Tiempo tendrían para darle una oportunidad a ambas opciones. Dejó su labio en paz, encogiéndose de hombros y estirando su cuello para liberar tensión de sus músculos. —Pensé que me llevarías a tu salón de baile, Minsuk-nim— Volvió a regalarle una sonrisa, con la cual ya perdía la cuenta. La presencia del otro le hacia sonreír, desear, disfrutar. Quería más de las tres.

Mientras se dirigían a destino, tuvo suficiente tiempo para recorrer con la mirada los muslos que se presentaban a su lado. Se notaban tonificados, dignos de un profesor de baile, y podía imaginarlos como un lienzo perfecto para sus dientes y marcas. La emoción se escapaba por sus poros, y de no ser por la cautividad de su cola, la desgraciada se estaría moviendo de un lado a otro dentro del vehículo. No tenía como controlarla cuando decidía delatar sus sentimientos.

El pulsar del botón que liberaría su cinturón de seguridad se adelantó al descanso del motor, y su puerta se abrió antes de que las llaves pudiesen verse libres. Saltó de su asiento, sin detenerse a observar el escenario que les rodeaba para abrir la puerta del conductor. —Gracias por el viaje.

Esperó pacientemente a que el cuerpo del otro se encontrase totalmente en el exterior antes de tomarle por las muñecas y arrinconarlo contra el vehículo, recuerdo de lo que había sucedido poco antes. Algo era diferente esa vez, sin embargo. No habían testigos, ni conocidos que pudiesen descubrirlos, ni miradas curiosas. En la tranquilidad de un recinto privado podía darle rinda suelta a sus deseos. ¿Y en ese momento? Deseaba dejar su aroma sobre el cuerpo de la criatura que había disfrutado entregando tentación en bandeja de plata. Metió su diestra bajo la prenda superior del profesor, buscando en la calidez de su piel algún punto en el que pudiese enterrar sus garras para asegurar un firme agarre. Se conformó con su cintura, delgada y hecha a medida para sus manos. —Cama, sofá, suelo. Tú decides— La mano que sostenía su muñeca viajó a sus muslos, trepando por estos hasta que logró encontrar el camino hacia sus nalgas. Él sería quien lo llevase a pasear, al menos hasta encontrar el lugar adecuado. La invitación a colgarse de su cuerpo estaba hecha, y si no llegaba a aceptarla, tendría que seguir disfrutando de su cuerpo en un estacionamiento.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 8:01 am
Rabbit

Cuanta inspiración hallaba en el suministro delictivo de sus acciones, del tipo que lo invitaban a repetir ese argumento íntimo entre sus dedos y una cremallera cerrada. Desplegó satisfacción en el separar de sus labios, hálito etéreo que escapaba cuando se burlaba fingiendo inocencia, y acaeció la motivación de innovar con lo obvio, permitir que el canino a su lado viera el oscurecer de un retozo socarrón. —Oh, nada importante... El chisme de siempre cada vez que se topan con carne fresca.— Referirse a los nuevos de tal forma era común entre él y las demás integrantes de cierto grupo; un chat grupal cuya administradora (señora Kim, para él) era una de las madres más informada.

Habrá perdido la cuenta de las veces que rodó los ojos al leer mensajes con detalles escrupulosos de equis padre o profesor, "El señor Lee es divorciado." "Parece que el maestro Kang renunciará, estoy segura que tenía algo con la sub-directora." "Adivinen quién descubrió un lunar en la nalga derecha del señor Lee." y podría continuar con una inmensa lista de puntualidades que, para alguien como Minsuk, no eran más que exageraciones de una charlatana. Aunque se convertiría en un farsante al decir que las conversaciones eran aburridas. No existía la monotonía en ese grupo gracias a la excéntrica madre y el corear de las demás incitando otro día de chismes. — Has generado mucha expectativa. No creeré una sola palabra hasta que lo compruebe por mí mismo. — Y sus dedos pícaros memorizaron el jugueteo insolente de antes, tamboreando contentos contra el volante. Está bien, algo había justificado... Obviamente, no era apto para un veredicto. Requería más investigación. — Soy difícil de convencer, espero que estés a la altura.

El ímpetu de sus manos aferradas al volante pudo deberse a dos factores. El primero: conducir su automóvil hasta el destino sin accidentes por entretenerse con el depredador sentado a su lado —complicado ante la insistencia de una colonia tan fuerte en el aire—. Y el otro... El segundo elemento de su posible conflicto interior, uno que sembraba rebelión en contra de toda seguridad y norma, tentándolo a cometer una catástrofe vial que debería evitar por sentido común. Un propósito muy sencillo; conducir con una mano e indagar ese cuerpo con la otra. ¿Qué les dirá a las autoridades en caso de un fatal accidente? "Echen todos los cargos sobre mi acompañante. Soy una pobre víctima de su embrujo." Ah. La palabra víctima no le quedaba bien.

Por suerte, es un hombre paciente —especialmente si al final del trayecto existía esta recompensa— y conformarse con una carretera poco transitada mientras ojeaba de vez en cuando a su copiloto, fue suficiente.

Concentrarse en los coches próximos y gestionar pequeñas miradas, el sentido común ganó esta vez. Será un conductor responsable; dejar huérfano a su hijo por un pedazo de carne. Huh, no. —Tengo una agenda libre hasta que me des razones para inventar una reunión a última hora.— Aduló aquella declaración con broma, sin embargo, en el fondo sabía que era capaz de abandonar a éste depredador si hallaba motivos. Contando, se trataría de la cuarta vez que abandonaría una escena que parecía prometedora; un híbrido de oso mintió en la app de citas, una serpiente parecía más interesada en experimentar con su sangre y cuando decidió darle una oportunidad a otro herbívoro como él, la decepción en la cama fue descomunal. Muy vainilla para lo que buscaba en ese entonces. — Oh, y haré mi propia investigación, no te preocupes. Tengo muy claro cómo hacerlo.

Un carnívoro debería cumplir cierta expectativa, una generada gracias a deslices anteriores que sí consiguieron una buena impresión sobre su piel. Ahora, la señora Kim (una víbora, irónico) fue en parte la culpable de sisear el chisme correcto para despertar la curiosidad del conejo al punto de querer corroborar ciertos detalles. La probabilidad de irse defraudado aparentaba ser nula, igualmente, esperaba que éste depredador supiera defender tanta cháchara. Una carcajada sutil logró desvanecer su postura relajada, y una ceja arqueada enmarcó el desafío que escuchó en cada palabra.— Ah, Sooyeon-ah. Estás hablando con un conejo, saltar es una demanda de mi naturaleza. — El largo de una oreja se sacudió para acentuar su verdad con broma. Y él también podría coquetear con el doble sentido, palabras sucias saliendo de una dulce boca. — No podría cabalgarte aquí dentro, ¿entiendes mi dilema? — En un suspiro falsamente dolido señaló el techo del coche y una sonrisa tentada se escapó.

Fue cómico imaginarse golpear el techo del auto con su cabeza, repetidas veces, porque decidió follarse a un padre sin pensar antes en las consecuencias. Con su estatura existían limitaciones que prefería evitar, además de no querer mostrar piedad si cabalgaba a éste hombre. Bueno, todo lo anterior y otro detalle demasiado importante; el olfato de su hijo. Con genes caninos y prontamente depredador, esa naricilla podría interpretar enseguida la esencia densa de otro animal entrelazada con la de su padre. Esquivar una charla perturbadora para el menor era lo mejor.

— Hay mucha gente en el estudio. — Algo le hizo dedicarle una ojeada corta, casi rebajando a quien viajaba a su lado y mordió su labio inferior, evitando la mueca de sus comisuras; encantadora sonrisa. — ¿No te da vergüenza? Un exhibicionista también, dios mío. — Reconoció el mismo semáforo de siempre; luz amarilla averiada que todavía no reparaban. Calles familiares aparecieron a la vista y ahora, realización llegó a su cuerpo, voluntad incinerando dentro de su pecho. La puerta del garaje se abría muy lento, o quizás era la anticipación de un crimen palpitando de cada poro.
Sin el sentido totalmente nublado por una necesidad básica, ingresó el coche con cuidado y presionó el botón correcto del control para cerrar la gran puerta, iluminación esfumándose con pesadez dramática. Un censor activó las luces de la cochera y, satisfecho, retiró la llave esperando el dormir del motor.

Abrió la puerta, sin embargo, se mantuvo en el coche para darle una última ojeada al móvil. Notificaciones importantes o llamadas de emergencias de la escuela. —De nada, estoy para complacer.— Ofreció un tanto distraído tras ser agradecido por su excelente conducción, y vaya que fue un desafío con aquel hombre tentando su sentido común.

Lo único que llamó su atención fue un mensaje del infame grupo; "Adivinen a quién vi subir al coche de nuestro querido Minsuk." y había un corazón junto a su nombre. Una sonrisa privada entre él y su móvil, y apagó la pantalla. Hablaba en serio cuando dijo corroborar por sí mismo cada rumor. La presencia ajena aumentó el interés de sus labios contentados, y aquel hábito mezquino floreció para torturar, levantando una pierna detrás de la otra con lentitud calculada; dedicación selecta por tomarse su tiempo mientras sus ojos reconocían el retozar animado de una cola. Es la segunda vez que la palabra adorable paseaba por su mente. — La discreción no es cosa de ustedes, ¿hm? — Algunos caninos le parecían tan encantadores. Un apéndice peludo bailoteaba como una confesión de libre interpretación, pero el conejo sabía exactamente el significado y tal detalle le hacía sonreír a gusto, privilegiando al contrario al fin cuando salió del coche.

Sentirse intimidado por la privacidad no fue necesario, tampoco pensar que corría peligro ahora que estaban solos. Al contrario, el riesgo ascendía desde lo profundo para colmar su pecho y consumirse en un suspiro gustoso tras consentir proximidad por segunda vez en el mismo día. Como un aperitivo antes de degustar el banquete principal, el recorrer de sus manos usurpaban terreno firme de masa muscular que le hizo presionar los dedos. Un mensaje tan corrupto en el deslizar de su diestra hasta tantear la zona que antes habrían gozado sus dedos, su palma prosperó con la misión de acariciar su entrepierna con sutileza; sutileza corta porque malicioso cerró la mano de a poco, encarcelando un bulto prometedor entre sus dedos y el impulso extra de la presión buscó una reacción, la que sea.

Pupilas dilatadas y labios cómplices del atrevimiento sonriendo complacidos ante el contexto. Esta vez no hubo razones para proteger una imagen o preocuparse del qué dirán. Malcrió durante otros segundos a la entrepierna, inhalando la exquisitez embriagante recorriendo sus fosas nasales hasta detenerse en su pecho y descender tan densa como lava calcinando el interior. El enrojecer de sus propias mejillas evidenciaron el placer de sentirse acorralado por un depredador con las mismas intenciones pecaminosas. Un agarre detuvo el procesar de su cerebro por unos segundos y simplemente pausó, dejándose manipular gracias a la sugerente posibilidad de marcas, aunque sean leves, sobre su cintura. La fogosidad podía ser peligrosa; en especial si un carnívoro de este calibre abandonaba el juicio y daba paso a su instinto primitivo, llámese ley de la naturaleza; someter a su presa y comérsela. Debería escuchar a su propio instinto, aquel de tendencia cobarde que avispaba sus sentidos cada vez que un depredador amenazaba su seguridad.

Parece que hoy ignoraría cualquier advertencia. —El suelo no es muy cómodo, Sooyeon-ah.— Última sílaba que se robó su correcta pronunciación al ser entorpecida por el particular sentir de fuertes manos presionando contra sus muslos e inevitablemente declaró placer con el curvar de sus caderas, proponiendo más de su retaguardia a ese par de manos estables. Caer de rodillas y despojarlo de esos pantalones fue una posibilidad; una que le daría la oportunidad de torturarlo a su propio ritmo, cadencia calculada y retorcida para contemplar el descontrol que obraba con el manipular obsceno de su lengua. Ah. Era muy pronto para conceder tal capricho. — Mm... déjame confirmar algo primero.

Un sesgar ambiguo de su cabeza hizo que un par de mechones siguieran el movimiento y no le importó el cosquilleo de hebras contra sus pestañas, desatento gracias a manos que aún masajeaban con clara intención y pareció delirante pegar sus cuerpos todavía más; sintió estar moldeado a la perfección, o acaso era el lobo quien cumplía. Recordó halagar la presencia de un bulto en su mano, aquella que jamás abandonó su puesto, segura y dispuesta a conducir con la indecencia en cada oprimir entusiasta. Soltó el miembro y su dedo índice trazó una línea guiada por la firmeza bajo la yema, congratulando lo que creía, era una punta sólida y despierta. Una risilla hormigueó su garganta y con labios adosados fue un vibrar tenue, ausente. Lo dijo antes, y lo repetía; la señora Kim no exageraba.

Hubiese disfrutado si prestaba atención a esos ojos, supervisar entre suspiros y frotes lo intenso que debería sentirse ser acechado por esa mirada mientras jugueteaba como si nada con el bulto escondido. Lo hubiese disfrutado mucho, pero, cree que perder la oportunidad para aproximar sus labios fue mejor; primor cereza de dulce tentación rozó el pómulo contrario en su recorrido hasta descansar sobre la mejilla, sonriendo por la tibieza y de un ronroneo cálido cautivó un lóbulo cercano. — Ah, cumplió parte de mis expectativas señor Park... — Una tonada melosa que dejó fluir como miel de sus labios, presuntuoso con el acreditar de dichos que creía falsos, o extremistas (señora Kim, usted estaba en lo cierto con el tamaño). — Tienes mi interés. Ahora hay que ver el desempeño físico. — Descansaba su perfil sobre el ajeno, exhalando e inhalando suavemente, finalidad de acalorar un oído endulzado. Sonrío contra esa piel, deseando que el lobo sintiera el esbozar de sus comisuras. Otra mano viajó hasta colocarse entre sus hebras y un par de dedos serpentearon hasta mimar pelaje grueso de una oreja. Quería tocar esos apéndices desde el primer momento. Fue agradable poder efectuar el capricho.

Tenía una sola misión en mente, y aunque el enfoque sugestivo de atraparlo entre sus muslos para ser cargado ostentaba encanto, haría las cosas como él quería. Pequeño deseo por intervenir con sus propias acciones y decisiones. Al fin apartó su rostro y esta vez contempló un semblante atractivo frente a él, humedeciendo sus labios con el asomar momentáneo de su lengua, fugitiva en cuestión de segundos. — Sígueme. — Un deje suave en el mandato que naturalmente esperó fuese acatado sin rechistar. Le dió la espalda mientras ingresaba a su propia casa, guiando a su nuevo invitado. — Quítate los zapatos cuando entres. — Pasó largas horas limpiando la casa ayer como para dejarse llevar por la cabeza de abajo e ignorar el esfuerzo de dejar los pisos relucientes. Volteó la cabeza un segundo para agregar con una sonrisa pícara y señalar el sofá de la sala, guiñándole un ojo; — Ponte cómodo, enseguida regreso.

Desapareció por un pasillo, y se despojó del enorme tapado tirándolo en el armario sin cuidado. Una rápida revisada en un espejo de pared y una vez más, estaba satisfecho con el look acalorado de su piel, aunque tiró de los hombros de su blusa para no mezquinar; el collar atractivo que formaban sus clavículas estaba expuesto y listo para ser admirado. Reajustó sus pantalones, ignorando con destreza la molestia entre sus piernas. Buscó rápidamente una llave y un cajón abierto ofreció los elementos esenciales que mejorarían su tarde. Reapareció a paso tranquilo de formalidad serena, como si no estuviera anhelando montar al sujeto que metió a su casa y perder el conocimiento en el proceso. Alzó una mano para hacer bailar un pote de lubricante entre sus dedos, no hizo falta levantar la otra; condones yacían entre sus dientes, expresión socarrona enviando un mensaje indecente.

Arrojó estos últimos sobre el sofá y el frasco pequeño después, arrimándose con el homenajear peligroso de un felino avistando su próxima presa; un caminar minucioso de sigilo y curiosidad, vistiendo esta última como un hábito frecuente, párpados abiertos e iluminados con encanto, sus pupilas resplandecían con un objetivo en la mira y no desvió su mirada hasta estar frente a él, dejándose caer de rodillas, finalmente. Aparentaba meditar sus opciones con la tardanza que se tomaron sus manos antes de acariciar un par de muslos firmes. No había real reflexión en su mente, solo intenciones macabras de provocar espera y juguetear con la paciencia del lobo.

Tampoco hubo discreción al momento de aguzar sus sentidos para centrarlos en el bulto que antes habría tanteado con tanto ímpetu. Ah, tenía una imprudente fijación por entrever detalles en silencio, absorber de a poco lo que conseguía aprisionar entre sus delicadas manos. Es un espectador de primera fila, examinar gustoso lo que yacía expuesto ante él era inevitable. Y esto floreció junto a un pestañear premeditado, bosquejando con un dedo sobre el pantalón hasta sentir el quemar de la tela contra su piel. Frenó en su parte favorita, mirándolo directamente a los ojos y presionó con maldad para apreciar dureza peleando con la imposición de su yema. — Déjame mostrarte qué tan bueno soy. Iba en serio cuando dije que me gustan los retos, Sooyeon-ah. — Un codo reposó entre las piernas ajenas, descansando sobre cojines lujosos. Pagó un buen precio por tal comodidad. A continuación, elevó el mentón para apoyarlo sobre el dorsal de su mano libre y una vez más, le regaló una encantadora sonrisa de intenciones oscuras imposible de descifrar ante un rostro tan angelical. — Quiero ponerte a prueba... con mi boca.

Recordó la frase anterior con diversión sin contenerse, al punto de renunciar a un simple dedo y el llamado de toda una mano fue necesario, cubriendo la entrepierna con su palma. Amasó pacientemente, saboreando el ritmo tortuoso con el que cortejaba firmeza y un delicado sonrojo piropeaba cada mejilla, sus labios expelían secretos mudos con cada suspiro entregado a la estimulación de un cuerpo ajeno. Irónico como le afectaba al suyo también.

Inclinó la cabeza hacia adelante sin despegar su mirada de esos ojos. — ¿Crees poder aguantar un rato más para mí, mm?— Acopló sus labios en una mueca inofensiva de brindar un inocente beso allí abajo, más no fue así; pausó antes de consumar tal acción. Continuó frotando la zona con la mano, atrapado en la ironía de fingir consideración mientras presionaba su palma con malicia. Pestañeó gradualmente, y acostó su mejilla sobre el muslo ajeno, cautivando con gentileza en una sonrisa que no llegaba al ritmo ruin de su mano. —¿O debería ir más despacio contigo?
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 8:02 am
Wolf

Imaginar esas orejas rebotando en estilo libre, los mechones danzando al ritmo de sus caderas, sería una investigación que al ponerse en curso estaría decidida a arrebatarle la cordura hebra por hebra. Había caído en la trampa del profesor de baile, o más bien se había metido en ella totalmente dispuesto a lidiar con las consecuencias. Dulces consecuencias que eran capaces de abrir un apetito insaciable si llegaba a presentarse el sabor correcto. Sus instintos, o algo más, le aseguraban que Minsuk sería uno de sus platillos favoritos. Claro estaba que el interés era mutuo, y también las grandes expectativas que se habían formado con las cortas interacciones y palabras con varios sentidos que cruzaban sin llegar a filtrarse.

Aunque mencionara que el estudio estaría lleno de gente, no le asombró la idea de encerrarlo en el baño que rápidamente de dio el lujo de explorar los rincones de su cabeza. Ahí, en el reducido espacio que el cubículo podía ofrecer, sería sencillo atraparlo entre sus dedos. O por qué no, en la oficina que suponía debía tener si era quien estaba a cargo del negocio. Ahí, entre las silla y el escritorio, podrían dedicarse a practicar diversos bailes y ritmos que satisficieran las ideas de ambas partes. El tempo no era problema cuando un profesor de danza podía asegurarse de que se mantuviese estable. Y como ultima ventaja, el olor de otros presentes evitaría que su hijo hiciera demasiadas preguntas. Podía bañarse tres o cuatro veces, pero su cachorro siempre lograba pillar algún rastro en la piel de su padre para hacer comentarios a los que aún no sabía como reaccionar. Era muy puro, demasiado pequeño como para dejarle dar un vistazo al complicado mundo de los adultos. Complicado porque sus ganas de hundirse entre las piernas del conejo estaban al borde de estropear prendas.

Así que… ¿Vergüenza? Ni un ápice.

—Linda vista, tu barrio— No encontró respuesta para el comentario sobre su cola, a pesar de que no era la primera vez que lo escuchaba y podía dar por sentado que estaba lejos de ser la única. Conocía a algunos que habían tomado la decisión de cortarla y dejar solo unos pocos centímetros para evitar infecciones, todo con tal de poder contener un poco de evidencia cuando su emoción comenzaba a desbordarse. Él, por su parte, no parecía ser demasiado consciente de lo que querer ocultar algo tan básico podía significar. Su familia era expresiva, a veces demasiado obvia, y creció rodeado de esa cómoda honestidad que tantos problemas evitaba. Y que generaba otros, por supuesto. El resumen es que estaba acostumbrado a ese menear tranquilo cada vez que caminaba, y no lo sacrificaría por querer ocultar cada vez que se le calentaba la entrepierna. Es más, quizás y hasta ayudaba a que voluntarios aclararan sus intenciones. —Tampoco eres la persona más discreta que he conocido, Minsuk. Tu mirada podría haberme desnudado minutos atrás.

Ladeó la cabeza para ignorar la ligera pérdida de sus intenciones de tomar las cosas con calma. Que el conejo tuviese planes distintos a los propios no era un problema, en lo más mínimo, pero comenzaba a ponerse ansioso. Gastó casi toda su energía mental en contener el batir peludo que anunciaría a gritos su problema. Su índice se hundió en la suave piel hasta sentirse conforme con la musculatura que descubría, agarrando una porción para apretarla con cuidado. Si tentaba demasiado sus sentidos, el instinto podía tomar un desagradable protagonismo. Repitió el gesto una y otra vez, conquistando centímetros de piel que cada vez se acercaban más a las zonas que de mayor sensibilidad gozaban. Y su concentración se hubiese acomodado en esa labor de no ser por el osado gesto del profesor que logro capturar su atención. Más que su atención en realidad. Su labio inferior tuvo que pagar la deuda generada por la emoción de su parte inferior, siendo atrapado entre caninos hambrientos que no lograban conformarse. Querían la carne del conejo que tentaba a su suerte. —Gracias, profesor— Sus orejas subían y bajaban emocionadas por las caricias que recibía, y confundidas por la falta de algo más. Tuvo que cerrar los ojos para no contemplar la opción de masticarle el hombro. Su temperatura aumentaba y no estaba dentro de sus intenciones controlar ese detalle, por el contrario, quería dejarse llevar y consumir también a su compañero en el juego. —Espero estar a la altura— Se estremeció cuando su oreja cayó cautiva de los dedos del profesor, el movimiento le había tomado por sorpresa. —Ah, ahí— Su cola acompañó a la muestra de satisfacción con un alegre batir.

Mierda, hasta el fin del mundo era capaz de seguirlo en ese momento, cuando ya no podía imaginarse un minuto sin la atractiva esencia contraria navegando por su cuerpo. Atraparía esa lengua, su cuello y orejas más temprano que tarde, y las haría suyas. Le vio alejarse con unos cuantos pasos de distancia, disfrutando el movimiento de sus firmes muslos. Podía recordar perfectamente la sensación de tenerlos en las palmas de sus manos, respondiendo a pequeños movimientos de sus dedos. —Ahá— Pisó los talones de sus zapatillas para quitarlas sin tener que arrodillarse, no estaba muy interesado en gastar su energía en otra cosa que no fuese redecorar el interior de quien al parecer seguía escapándose de entre sus dedos como granos de arena. Chasqueó la lengua y bajó el cierre de su chaqueta para quitársela y dejarla colgada de la manilla de la puerta. Puso un pie en la casa ajena y el olor a niño no tardó en recordarle que ese hombre era el padre del amigo de su hijo, era alguien como él. Eso bastó para frenar un poco sus instintos, permitiéndole tomar asiento en sofá como una persona civilizada. Cómodo no podría estar con una erección desatendida presionando la bragueta de su pantalón, aunque se volvía cada vez más tolerable. Una sesión de corta meditación mientras miraba la decoración de esa sala le devolvió la cordura, provocando escalofríos que erizaban la piel de sus brazos expuestos. No podía pensar en morderle el cuello de nuevo, no podía caer en ese salvajismo.

Pero cómo no iba a sentir ese voraz apetito si se mostraba con tales propuestas entre sus dientes. Un vibrar ansioso en su garganta provocó un suave gruñido ansioso al sentir el débil rebote del frasco a su lado, intensificado con prisa al ver las intenciones del conejo reflejada en esas pupilas oscuras. —En serio…— Que tanto podía excitarle un conejo que acababa de conocer. Su antes relajado miembro comenzaba a recobrar su interés en participar en la clase baile, presionando nuevamente la poco flexible tela de su pantalón. La imagen de su hijo se volvía más y más borrosa con cada dedo que se posaba sobre sus muslos, como un eco desvanecido. No era la primera vez que se metía en situaciones así, y tampoco sería la última. Era un padre soltero, merecía esas actividades extracurriculares. Lo entendería en unos años. Enfrentó su perfil al techo, deleitándose con el atrevimiento que de rodillas se disponía a jugar con su hombría. Bajó levemente el mentón para apreciar su encantadora mirada. Quería ver lágrimas brillando entre sus pestañas. —Pruébame, Minsuk.

Cuanto disfrutaba de la humedad de una boca experta luciéndose con su hombría. Entendía la importancia de la diversión previa, una pequeña competencia de complacencia y protagonismo en la que siempre estaba dispuesto a declararse derrotado. Mientras mantuviese el interés se mantuviese vivo contra la lengua contraria, se encargaría de aguantar hasta que su garganta pidiese un descanso. Los frotes insistentes en su entrepierna comenzaban a soltar sus cuerdas vocales, permitiendo que ahogados jadeos comenzaran a revolotear por su garganta. Usara la boca o sus manos, solo demandaba algo más de acción. —Bailaré a tu ritmo— Sus dedos se encargaron de liberar el batón de su pantalón y bajar la bragueta para darle libertad al pobre oprimido. Con una mano ansiosa levantó su ropa interior, exponiendo el producto del esfuerzo que el conejo había hecho hasta ese momento. Lo rodeó con sus dedos, recorriéndolo con suaves caricias para entregarle un poco del alivio que estaba buscando. Su manzana de Adán se sacudió cuando un sonido quedó atrapado entre sus labios. No sería suficiente.

Su mano libre buscó las orejas del profesor, agarrándolas con firmeza para que no se atreviera a apartarse nuevamente. —El calentamiento terminó, profesor— Tal y como él se había dado el lujo de depositar atención en sus pómulos, el le devolvió el gesto frotando la punta de su emoción contra la mejilla ajena. Controlar sus movimientos con cuidado para no hacerle daño, y al mismo tiempo soportar las ganas de enterrarse dentro de su boca se estaba convirtiendo en una práctica olímpica. Soltó su agarre tras dejar un par de caricias en sus lóbulos, pero atrapó el labio inferior con su pulgar poco después. Presionó para separarlos, disfrutando de la humedad que solo había tenido el lujo de ver desde el asiento de copiloto, rastro de una lengua que coqueteaba con cada aparición. Le prestó atención a cada detalle que desfilaba frente a él, desde las largas pestañas hasta la marcada forma de sus delicados labios. Por fin podía apreciarlo de cerca, sentir como el respirar humedecía sus nudillos.

Invitó a sus labios a tomar el protagonismo que habían presumido, acercándolo a su entrepierna con una clara sonrisa decorando su rostro. Sus dientes se asomaban con cada bocanada de aire que llenaba sus pulmones, los mismos caninos que minutos atrás se mostraban ansiosos por enterrarse en la piel expuesta de su presa. Sus rodillas tomaron distancia para darle espacio al actuar ajeno, sumándose a la lista de actos que denunciaban su impaciencia. Sus dedos seguían atendiendo a su virilidad, manteniendo viva la llama que con coqueteos e intensas muestras de interés había consumido sus intentos de mantener el control de sus instintos.

En cuanto los labios desprevenidos de Minsuk se acercaron lo suficiente, se permitió presionar la nuca ajena contra su entrepierna, entregándole a su virilidad la agradable calidez de una boca cuidadosa. —Oops— Una torpe disculpa, como si se hubiese equivocado de pie en un paso de baile, fue lo único que ofreció tras el osado gesto. Aunque si comparaba todo lo que el profesor de danza había hecho hasta ese momento, su atrevimiento no era más que un simple desliz.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 8:03 am
Rabbit

La improvisación siempre fue tendencia popular en sus conquistas; manos experimentadas encontrando puntos nuevos que explotar a su favor y así domesticar a quien estuviese atrapado entre las rejas fantasiosas que establecerían sus dedos. Una cárcel con fines de torturar y juguetear con gran portento despertando para él, y no renunció a sus estímulos en ningún momento, imposible desistir con entusiasmo abrasando su propia entrepierna.

Con un tarareo de labios adosados contempló dos pupilas dilatadas por el toque erótico de sus halagos e inhaló un apetitoso vislumbrar como si estuviese disfrutando del cuadro más interesante en una exhibición de arte; carnívoro retratado en el sofá de su casa, atendiendo sin fallarle un segundo a su propia mirada inquisidora y colaborando generoso con aquel prometer de solidez escondida, el corresponder innegable que enardecía al bailarín.

Y lo que más excitaba al conejo era esa espera, maniobra tortuosa que atrajo expectativa hasta crear anticipación ansiosa. Por supuesto, empezó a sentirse afectado con cada prueba de sus dedos adivinando esa longitud y grosor, frotando muslos entre sí y suspirando en secreto cuando un oprimir pareció demasiado para la tensión en sus propios pantalones. Instinto rogaba por un poco de atención, ceder a esa sencilla protesta y tocarse a sí mismo, perdonarse ante tanto sacrificio. —tócate, por favor, tócate— suplicaba una vocecilla muy sumisa para lo que buscaba ofrecer en ese momento; doma y control.

Minsuk conocía esa influencia interna, imposible de borrar aún con la insistencia de una mente avisada como la suya; inclinación natural por presentar el pescuezo ante un depredador que exhibe interés sexual en su presa, dejarse esclavizar por el instinto y asentir desesperado a la necesidad física. Esta docilidad involuntaria es lo que promovía su jugueteo de control y tormento, feromonas generando reacciones sociales con un ritmo que le permitiera deliberar y estudiar de a poco al depredador que tuviera el privilegio de verlo en tal estado; alterado y hambriento, codicia en su labia; —por favor, más, más— fue lo último que balbuceó en una noche de descontrol con un tigre.

Recordarse en ese estado de balbuceos y gimoteos no se volvió tan lamentable cuando imaginó a éste lobo como el responsable de cada implorar, frotándose contra el otro padre perdiendo total control y respeto por uno mismo; cuando dos animales escuchaban ese deseo primitivo, nada más importaba. Y esto provocó un estremecer espontáneo, respuesta magnética que le hizo morderse el labio inferior con un aletear de sus largas pestañas, ambicioso tras reconocer que ya no había vuelta atrás. No es como si pudiera acobardarse. ¿Él? Jamás.

Pupilas negras; no había rastro del café en sus ojos, y estos descubrían con apetito en la concentración repentina, asentados en esa cremallera descendiendo para corroborar los dichos de la señora Kim. Una fuerte garantía floreció ante la pequeña laguna dentro de su boca, tragándose el leve gemido que casi huye de sus labios, seducidos por revelación gruesa y palpitante, un miembro... capacitado para consumar el antojo de su lengua acuciosa.

El desafío tomó protagonismo ahora más que nunca, vibrando presente en yemas cándidas mimando dos muslos y aumentó con entusiasmo cuando pudo admirar esos dedos masajeando lo que Minsuk aspiraba degustar. Un herbívoro a punto de consumar una dieta exclusivamente de carne, en eso se convirtió a esta hora de la tarde, y el revolotear cortito a su espalda fue adorable —por no decir vergonzoso— pompón albino replicando contento y aprobando este punto de vista jugoso. Ah, al menos su cola no ofrecía exposición como la del lobo. Hizo un llamado a la concentración, inclinando su cabeza cuando sintió el atrevimiento de una mano tomar sus apéndices. Generaban esa reacción en muchos, suponía que el largo tenía su atractivo. Prefería que el lobo guardase tales castigos para su cabello., lo disfrutaría más.

No obstante, tropezó con cierta satisfacción cuando oírlo respirar así le generaba un dulzor indescriptible en su pecho, y éste viajaba por su vientre hasta cosquillear la zona inferior de su cuerpo, acomodándose entre sus piernas con depravación; y fue tan obsceno sentir la humedad ahí abajo, avisándole de lo afectado que estaba también. — Ah, cuidado, Sooyeon. — Un susurro primoroso cuya suavidad ofreció una exhalación de placer, cerrando párpados en un pequeño intento por concentrarse en el aroma embriagante del depredador y a su vez deleitarse del firme agarre, anticipando tantas posibilidades con esas manos. Sus pupilas despertaron con toda una constelación brillando para este hombre y la exquisitez entre sus dedos. No había misterio alguno en el afán de su boca por acercarse lentamente, un solo propósito en mente; reír por lo bajo y soplar la punta, juguetear. — No iré a ningún lado.

Fue automático, cerrar un solo párpado, aquel que compartía piso con la mejilla palpada y flanquear un poco la cabeza en dirección contraria, sonriendo entretenido por el pequeño jugueteo de fogosidad sintiendo el calor propio. Y sus mejillas tenían calor, uno acariciando parte de su cara, hombros y pecho. Suspiró con el temblequeo esporádico de sus dedos aferrándose a los muslos ajenos, entrecerrando los ojos con el embrujo inevitable de un dedo pulgar cortejando su labio, como una exploración íntima de una boca que abrazaría esa hombría. Entonó sus labios de encanto transparente, lengua remojándolos para mostrarle al lobo lo que se aproximaba.

Brillo natural sonrió con coquetería para él, la última que podría exponer algo de socarronería antes de perderse entre el sonido pornográfico de saliva y gemidos gargantiles. Posiblemente fuese más ruidoso que de costumbre, sintiendo como la vulgaridad hormigueaba cada rincón de su cuerpo y se concentraba siempre entre sus piernas, obligándolo a reincorporarse más de una vez para frotar muslos y buscar fricción mínima, nunca suficiente porque había diversión en torturarse un poco a sí mismo. Leyó el mensaje de una mano cuidadosa acercándolo a su única responsabilidad, y dejó escapar un suspiro risueño, agradecido por el aparecer sorpresa de hoyuelos adorables. Un gran contraste a todo lo que estaba a punto de suceder.

Los besaría en algún momento, se convirtió en un nuevo capricho que más tarde debería realizar.

La tibieza corporal saludó a sus labios con una sutil caricia invisible y ahora, su mirada estaba nuevamente en su víctima maciza y vigorosa; la acarició deslizando su mano izquierda por ese muslo hasta tantear la base y rodearla delicadamente. Verlo separar las piernas en una invitación fue halagador, aceptando el gesto con el inclinar de su cuerpo, ocupando más espacio que antes para ofrecer la mejor función de su vida. Jugaba para ganar, pero nunca estuvo de más presumir en el proceso. — Fuiste paciente, — ronroneó sin burla en su voz; solo entrega y dulzura. Quiso encender sinceridad contra la cabeza, abrigando esta de un suspiro amoroso y lo miró a los ojos con devoción en los propios; —tan bueno para mí.— pequeños cumplidos murmurados para apremiar a un depredador dispuesto a juguetear bajo las pautas del conejo. Y para celebrar el uso de palabras melindrosas, ofreció un beso cándido en la punta de su miembro, unión sutil acolchonada de labios pomposos.

Su reacción honesta ante el repentino empujón fue arquear una ceja y ofrecer el elevar de una sola comisura, para nada entretenido con la supuesta torpeza del lobo. Minsuk podría darle razones para querer disculparse en serio. La tentación fue muy grande. Por eso fue que miró esa cara, planeando como quitarle la encantadora sonrisa y en nada de tiempo decidió hacer lo que se le daba bien, torturar. — Mm, recuerda que existen consecuencias. — Advirtió lejos de volverse una amenaza real gracias al mimar lento de su lengua, probando dureza acalorada que plagió a sus propias mejillas; encanto natural de rubor que ningún cosmético podría imitar.

Al fin elogió el encanto en su mano, ofreciendo gentileza con práctica desde la base hasta la cabeza; tal vez demasiado lento para el ritmo que los ojos del lobo imploraban, pero amaba verlo doblegarse por su culpa. Hipnotizado con el menear de su propia mano, seguía fielmente el subir y bajar, mordiéndose el labio cuando descendía del todo, desmantelando una punta inflamada. Tenía que darle crédito a Sooyeon, aguantar tanto solo para seguirle el ritmo. — ¿Ves? Me la hubiese tragado hace rato. — De no ser por la ‘torpeza’. Una risilla vibró contra la base, optando por ser misericordioso y lamer de ahí, hasta la cabeza; rastro de humedad sobre una vena impaciente.

Él mismo estaba sufriendo de la tortura, respirando una fragancia tan afectada como la suya; destiló feromonas con el propósito perverso de estimular al depredador, y relamió sus labios, guiando las manos ajenas hasta sus cabellos. — Creo que te torture demasiado, ¿hm? — acarició su garganta al anticipar lo que su mente visualizaba; beber hasta la última gota de triunfo, porque hacerlo acabar antes se convirtió en su reto personal. Sonrió una última vez, inclinando la cabeza de a poco, pero antes, una pequeña recomendación; — Me gusta que tiren fuerte, Sooyeon.

No te contengas, confesaron sus pupilas con un chispeo final y cumpliendo con su palabra, rodeó gradualmente la punta; el embrujo de sus labios fue peligroso en cada presionar travieso y supo convertir su lengua en la almohada perfecta, permitiendo que el miembro ingresara centímetro a centímetro hasta cubrirlo por la mitad, relajando su garganta en el proceso. Se recordó recuperar el aire por la nariz, embriagándose peor con la esencia intensa del lobo. Tenía una mano en la base del miembro, despidiéndose de ella cuando fue momento de aferrarse a la soberbia y empujar más, lentitud determinante que ardía contra su pecho cada vez que oía el resultado de su intrepidez. Pestañeo repetidas veces acarreando el célebre cosquilleo en sus ojos que pronto estarían acuosos por culpa de la privación de aire, y no había mejor forma que ofrecer el resultado desastroso mirándolo a él, cejas a veces cediendo a la rigidez peleando por tener más espacio en su garganta; plegadas con el quejido que no lograba vocalizar, sometido a vibraciones provenientes de su pecho y si tenía suerte, lograría acariciar toda la longitud atrapada en su boca de un gemido encadenado a sus labios.

Lo único que escuchaba en ese momento, eran los apetitosos suspiros del depredador y el pulsar repetitivo de su corazón, calor subió a su rostro en cuestión de segundos tras confirmar que, en efecto, creó un pequeño charco de saliva en la base del miembro; sus labios mojados lo confirmaron. A pesar de respirar por la nariz, tenía complicaciones para hacerlo sin sentir que no era suficiente, sin embargo, encontró un estímulo degenerado en la carencia de aire, privilegiando al lobo con otro gemido, uno más desesperado. En algún momento ambas manos encontraron apoyo en cada muslo contrario, apretujando dedos contra el músculo firme, hallando ímpetu cuando sentía que el aire era todo lo que necesitaba.

Preso de la intensidad sensorial; aromas y feromonas, no solo se asfixiaba con la hombría en su garganta, y le era fascinante. Su cuerpo pensaba lo mismo, por como movía sus caderas en búsqueda de estímulo, pero el aire ofrecía poco y nada. Sin poder mantener su mirada por más tiempo, cerró los ojos y no tardó en reconocer una lágrima por su excelente esfuerzo, otra apareció segundos después en el lagrimal contrario. Era intoxicante sentirlo hasta el fondo, cosquillear su pelvis con la punta de su nariz y aventurarse a más, solo para recibir el espasmo natural de su cuerpo; una o dos arcadas, más nunca rechazando al lobo en su boca, consumiendo caricias y gemidos con placer y triunfo.

Y sus pestañas brillaban para él, pequeñas gemas de humedad decorando cada una con encanto, del tipo que casi lo hacían rozar la pureza, si no fuese por el sonido pornográfico de su determinación por mantenerlo dentro de su garganta, insistiendo con una mirada suplicante que el lobo no tuviera piedad en el jalar de sus hebras. Ya no era tiempo de ser paciente, y Minsuk lo comunicó de la única forma que pudo en ese momento; ojos cristalizados gracias a la intensidad de todo un poco, anticipando las estocadas del depredador con una torpe caricia de sus dedos encontrando el abdomen contrario, gimiendo una vez al sentir tanta estabilidad muscular. Como último recurso devolvió la mirada, un aviso de que estaba listo. Igual que Sooyeon, él también podría aguantar un poco más.
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