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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:08 am
Sooyeon

No creía ser una persona ansiosa, no después de tantos años disponibles para aprender a desarrollar su paciencia. Podía contar hasta mil, a veces hasta dos mil sin sentir que el aburrimiento se colaba por sus entrañas. Esa vez, todo ese entrenamiento se había ido a la mierda. Sus dedos temblaban torpemente cada vez que intentaba mostrar su ticket digital, siendo el índice el que se deslizaba por los botones equivocados y abría cualquier aplicación menos la que necesitaba. Hasta mostró un par de fotos de su conejo sin ser su intención, formando una sonrisa en los labios del guardia que solo quería escanear el código QR.

Que complicado era obtener dos minutos con el artista, porque eso había logrado obtener tras comprar más de 150 copias de su último álbum. Su habitación era un desastre porque ni siquiera reunía el coraje de botarlos. Dos minutos en los que debía soltar todo lo que durante más de cuatro semanas había acumulado. Quería preguntarle de hace cuanto salía con ese otro sujeto, pedirle perdón por besarlo a pesar de eso, y ofrecerle un cupón del restaurant del que había pedido para que lograse saciar su antojo correctamente. Quería hacer otras cosas también, pero no podría darse el placer de intentarlo.

Mientras esperaba en la fila con una varita en las manos y una postal exclusiva que debía ser autografiada por Min Suk, los saltitos emocionados de la chica frente a él lograron acrecentar aún más su ansiedad. Pudo notar que también llevaba una varita, de esas que estaban vendiendo en un stand a la entrada del recinto, pero la de ella se encendía. Sus ojos se entrecerraron, llenos de curiosidad y confusión. —¿Disculpa? ¿Cómo lo haces funcionar? — Decidió preguntar tras un par de minutos de intenso mirar, preocupado de recibir una bofetada por degenerado o acosador. —El mío no enciende— Sacudió el objeto con cuidado, un intento inútil de encender el LED con el poder de su perseverancia.

—¿No compraste las baterías? — Preguntó la chica de no más de dieciocho años mirándolo de vuelta. Sus ojos se estancaron en el abdomen de la parca por un momento, provocando el tímido cubrir de esa zona con sus brazos. —¿Eres fan de Min Suk también? — Su interés le resultó levemente abrumador, tanto así que soltó una risa extraña antes de asentir como respuesta. La joven se acercó un poco más, tomó el Lightstick que la parca sostenía con fuerza contra sus costillas. Le quitó la tapa inferior, desenroscando el plástico con cuidado antes de intercambiarla con la suya. Las baterías le dieron vida a las pequeñas luces de colores, iluminando también el rostro del repartidor. —Puedes quedártelas.

La conversación terminó cuando la chica subió a la pequeña tarima y el tiempo pareció congelarse. El joven artista estaba ahí, sentado con una sonrisa resplandeciente y mirar atento, tal y como recordaba esos castaños fijos en él. La sed, la curiosidad, el anhelo que creyó reconocer entre cada pestañeo y las palabras afiladas que le dirigía luego de tantos errores cometidos en su corta visita. ¿Podría satisfacerlo a pesar del tiempo que había pasado desde esa primera y última vez? Un pequeño carraspeo le empujó fuera de la burbuja mental, pues su turno de subir había llegado. Bajó la mirada cuando el primer escalón obstaculizó su avance. Que pesados se sentían sus pies en ese momento. Se sentó en la silla plástica con las manos enterradas en sus rodillas, y cuando levantó la barbilla para enfrentarse al cantante, sus labios se separaron incapaces de mantenerse quietos un minuto más.

—Min Suk— Su garganta ardía con cada palabra. —Intenté comunicarme contigo, esperé también que me llamaras… — Sus manos subieron a la superficie de la mesa y dejaron el Lightsick aun encendido y la postal sobre esta. —No sé si quieres verme en realidad, pero necesito…— Sus cejas temblaron intentando encontrar la reacción adecuada. —Te debo algo, y quería cumplir con mi palabra.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:08 am
Minsuk

Julio llegaba muy despacio, una espera volviéndose tan desesperante como el repaso constante de recuerdos que rebotaban una y otra vez dentro de su mente. Cerrar los ojos solo producía revolución emocional; un ciclo repetitivo nació semanas atrás. Uno que abusaba de su juicio cuando cubría sus párpados queriendo ver nada, sin embargo, dos faroles apagados regresaban la mirada con tanto sentimiento.

A finales de Junio abrazó las responsabilidades del oficio y desempeñó su papel con el encanto adecuado, disfrazando cansancio para vender gracia en programas televisivos y en una emisión de radio donde cantar fue lo más entretenido. Y honestamente, hubiese disfrutado de toda invitación, si no fuese por el bullicio atrapado en su cerebro; encontronazo de voces pertenecientes solo a Minsuk, y a alguien más. Frases y palabras que no caducaban.

— Y encuentro mucho sentimiento en tus canciones, porque sé que las escribes tú, ¡se vuelven personales cuando las escucho! Puedo identificarme con algunas, siento que eres un artista muy honesto... ¡Por eso creo que eres un intérprete del corazón! — Regresó su atención a la declaración generosa de una admiradora, mensaje finalizado con ansiedad expuesta en el temblor de sus manos; le estaba ofreciendo un regalo. Muchos obsequios estaban destinados a ser usados en el momento, y Minsuk correspondía este gesto vistiéndolos como el ornamento de un árbol navideño. No le importaba lucir como uno.

Así que extendió ambas manos en una muestra de confidencia y la muchacha las tomó enseguida, parecía un ciervo bebé, ojos abiertos para explorar el mundo, pero lo único que buscaron fue al solista en frente. Uno sonriendo con una luna llena muy pequeña asomándose en cada pupila, un fenómeno curioso, o quizás solo fue la visión primorosa que ella percibió de repente. — ¿Cómo te llamas? — Y con nerviosismo escuchó un nombre apresurado, las rodillas de la joven no conocían tranquilidad. Minsuk tenía buen oído, asintiendo para confirmar y brindar un apretujar amistoso de sus dedos. — Gracias, Sun Hee. Por el regalo y tus palabras.

Desmanteló las manos de la joven, tomándose su tiempo para convidarle una experiencia agradable; hacer que cada segundo valiera la pena. Tenía un respeto profundo por seguidores que exponían tanta devoción y afecto. Inspeccionó una diadema rosa, y la muchacha solo respiraba, recuperándose de a poco. El yojeong volvió a iluminar sus labios, divertido por las consecuencias. — Es adorable, me encanta. — Corroboró esto con simpatía y zarandeó dos orejas blancas; era una diadema de gato, elección de animal bastante inteligente. Sin espera, decoró su cabeza con cuidado de no arruinar el peinado y el entusiasmo de ella provocó otra sonrisa.

Felicidad de cabello violeta se despidió de él, brincando satisfecha por el encuentro personal con el artista, segundos valiosos que probablemente recordaría durante mucho tiempo y Minsuk la vio marchar, perdido en la jovialidad ingenua robándose un cosquilleo. Este evento fue el pretexto liberador que su cabeza necesitaba. El corazón también reconocía serenidad, armonía.

Dedos ausentes juguetearon con una oreja lanuda, yemas a gusto con esa réplica de suavidad. Y tal vez el universo se cansó de la conformidad, verlo en paz consigo mismo y su mente fue demasiado. Tuvo que entrecerrar los ojos e inclinar la cabeza hacia delante, pestañeos confusos que no hacían desparecer al hombre subiendo a la tarima. En un último esfuerzo por determinar si estaba alucinando, miró a la gente alrededor, todos actuando con naturalidad, por ahora.

Como si nada. Park Soo Yeon.

A excepción de quienes vigilaban con sospecha a un adulto sentándose frente al solista, mismo espacio que compartiría con admiradoras mucho más jóvenes. Una imagen de lo más bizarra. Aunque Minsuk no pensó igual. En realidad, no lograba escuchar sus propios pensamientos con el retumbar tan ruidoso de un corazón que segundos atrás presumía tranquilidad. Ahora mismo debería cubrirse con orgullo; — ¿Yo a tí? ¿Por qué iba a llamarte? — Primera refutación exasperada sin espacio a la tolerancia, y creyó haber superado el sentimiento hace rato, pero verlo nuevamente lo dejó expuesto como siempre. Por supuesto, tuvo tiempo suficiente para estudiar esa porción del pasado. Estar solo y en silencio a veces estimulaba esa fastidiosa introspección; el arrepentimiento de palabras, la negación de sentir culpa, defender su perspectiva sobre la situación y así estar durante horas hasta estar convencido de haberle ganado al conflicto interior, el que hacia sus días más largos. — Además, imaginé que me buscarías si explicarte era tan importante.

Al parecer, no. No le ganó a nadie, ni a nada. Y sentirse un perdedor sabia horrible; limón agrio que lo obligaba a fruncir el rostro, aunque esta vez solo sus cejas reaccionaron junto a la reprimenda farfullada. — Pero aparecerte aquí no es la forma. — Ni el momento. Estaba en pleno evento con cámaras, móviles y demasiados fisgones, uno tenía la cara de su manager; persona a quien apenas toleraba. Esa sensación de alerta perdió porte cuando en un paneo general del sitio, observó la fila de espera. Participantes de este fanmeeting, juventud local elegida gracias a la persistente compra que apoyaba al solista y en gran parte, influía en su éxito como músico. Pero solo tenían oportunidad los que conseguían cien álbumes o más.

... Oh. La realización.

— Ah, tú...— Sorpresa genuina en cada parpadear. Igual de genuina que la calidez adaptándose a su pecho; temperatura plácida, nada que ver con el incómodo frío de aquella vez. ¿Compraste mi álbum? ¿Escuchaste mis canciones? ¿La que escribí solo para tí? No. Demasiada exposición emocional. En su lugar, preguntó; — ¿... Cuántos álbumes compraste para estar aquí? — Y ser favorecido rápidamente. Conocía la ambición de la empresa, y si alguien en particular generaba ganancia, asumiría toda la prioridad. ¿Cuánto dinero malgastó por dos minutos? ¿Tan importante era reunirse con él? Encadenado al compromiso de explicarse, determinado a cumplir con su palabra. Determinación que, inevitablemente, avivó el palpitar de su corazón.

¿De verdad se tomó toda esa ridícula molestia? Todavía pestañeaba tratando de improvisar ante esta revelación, y lo consideró una declaración indirecta del repartidor, una que no sabía como interpretar realmente; abrazar o no a ese consuelo sentimental apaciguando el mini volcán que casi erupcionaba por impulso. Y ningún bálsamo serviría para las quemaduras que Minsuk segundos atrás estaba preparado a ocasionar. Contemplarlo frente a él con una nueva perspectiva fomentó una actitud diferente, y su mirada evaluaba el semblante contrario, buscando una mentira, una excusa, una estafa; pero solo veía franqueza, del tipo que aparentemente lograba sacarle un tibio suspiro, vencido por esa carucha de perro mojado. Y estaba seguro de que Sooyeon no tenía idea del poder que manipulaba con esa expresión.

Tanta anarquía emocional agravaba su velocidad de reacción, y un guardaespaldas aproximándose le hizo tomar esas manos entre las suyas, fingiendo un saludo usual. — Dudo que puedas explicarme todo en dos minutos. — Buscando una conversación secreta arrimó su rostro e ignoró una peligrosa voluntad susurrándole que bajase la mirada a los labios ajenos. — Y no sé si lo has notado, pero llamaste la atención de algunos. No eres un fan... Habitual. — Un par de muchachas curiosas esperando su turno, por ejemplo. ¿Su idol favorito sujetando las manos de otro hombre? Oh, la mente creativa de cada admiradora era un peligro. Bueno, fue culpa de Minsuk por ser quien... Ah, detalles. Lo hacia siempre con otros fanáticos, no debería ser un escándalo.

Y ahí fue cuando empezó a tramar en silencio, forzando al ingenio para no atraer atención innecesaria. El guardaespaldas fue una advertencia, un par de fotógrafos enfocados en la escena se convirtió en otra. No podía dejar que un descuido personal afectara su imagen pública, lejos estaba de querer un escándalo mediático por verse hostil o mal humorado ante un supuesto seguidor. Absorto en planes que descartaba segundo a segundo, cada pulgar dibujó círculos en dorsales tan pálidos como el flash de una cámara y había ausencia en cada caricia, gesto de afecto involuntario que floreció mientras se perdía en todas las alternativas: ¿Llevarlo a un pasillo vacío a escondidas? No, muy informal. ¿Decir que es invitado especial de Wujong y que lo dejen pasar a su camarín? Ugh... no. Descartó esto enseguida y el calor natural de sus propias manos abrigaron las palmas de Sooyeon, resguardándolas inconscientemente. No lo quería involucrado en ese mundo.

Admitiría un agradable confort en esa unión ingenua, ayudándolo a deliberar con más calma, como si el contacto fuese la intervención que su mente necesitaba. No tenía tiempo para preguntarse por qué encontraba tanta familiaridad cuando tocaba a alguien que meses atrás, se supone, no existía. Un suspiro, resignado al recordar un beso y soltó las manos sin cuidado, desvaneciendo el encanto en un santiamén. El marcador negro, su viejo amigo, comenzó a garabatear sobre la postal de antes. No lo miró hasta que terminó de escribir. — Te esperé demasiado, Sooyeon. Es tu turno de hacerlo. — No estaba enfadado, aunque tampoco podía retozar de la alegría. Podría decirse que... Aún procesaba el encuentro sorpresa. — Escucharé lo que tengas para decir, pero no ahora.

Inventó simpatía con una falsa sonrisa para disipar miradas chismosas y agitó la mano en un hasta luego, incitando al otro para que cediera espacio a la siguiente persona. Una jovencita ansiosa por subir a la tarima. — Gracias por tu apoyo. — Presión sobre esa postal clave, sus dedos la arrastraron por la mesa para ofrecérsela a Sooyeon. Era importante que la tuviera en manos. Y no, no la había autografiado.

Dos horas más. No te escapes de nuevo.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:09 am
Sooyeon

No le gustaba como se veía el idol. No cuando tantas personas podían ver lo mismo que él. Un sutil toque de celos tiñó sus pensamientos entre palabra y palabra, celos de sus fanáticos y cercanos. ¿Podría ser un fan también? ¿Podría gozar de esos beneficios más seguido?

Dio un respingo que intentó ocultar con el levantar de sus hombros, acomodándose en el asiento que de un momento a otro se sentía inestable. —Porque tenemos una conversación pendiente — Se inclinó hacia él, buscando luchar con la distancia que el artista parecía decidido en mantener a través de sus palabras. —Fui, pero tu… amigo o novio me dijo que no los molestara — Tuvo que recurrir a los susurros para no meterse en problemas con el artista. Si había algo que quería mantener en secreto, protegería su derecho a la privacidad aunque se le derritiese la lengua en acido. Que amarga se sentía la palabra novio cuando lo miraba nuevamente a los ojos. —Perdón por ser tan insistente— No quería mostrarse afectado, intentó con todas sus fuerzas evitar que sus labios delataran su sentir, pero la tensión en sus comisuras no podía ser controlada.

No entendía por que había dado media vuelta, rindiéndose en cuanto vio la figura masculina bloqueando la puerta del departamento de Min Suk. Se había apurado cuanto podía, dejando las almas que solicitaban la oportunidad de descansar con tenues vibraciones en sus bolsillos, y las despidió cuando comenzaron su viaje a través del puente al más allá. Hasta la señora se había dado el tiempo de acariciar su mejilla con la palma de la mano, entregándole algo de coraje para enfrentar lo que le esperaba más adelante. Se había divertido, no cabía duda, pero también había notado lo única que resultaba la situación entre ambos hombres. Volver al edificio del artista con el corazón en una mano no fue sencillo, tardó más de lo que le hubiese gustado en volver al plano terrenal, y en cuanto lo hizo corrió a lo que esperaba sería una nueva oportunidad.

Sueños estúpidos cuando ya había otro haciéndole compañía, sumando el olor dulce del soju en su ropa. Hwang Kang Dae, que irritante había sido su presencia.

Siguió la mirada ajena, viendo de nuevo la fila en la que él antes estaba atrapado. Los ojos ansiosos de sus fanáticas le incomodaban un poco, podía sentir ese anhelo como dagas clavándose en su espalda. Las chicas podían ser intensas cuando se trataba de música. —No los conté, muchos — No consideró necesario ahondar en el detalle del número, era demasiado grande para su pensamiento racional. Aún lidiaba con las cajas que ocupaban todo el sofá, moviéndolas de un lado a otro cada vez que quería sentarse, y su conejo ya había intentado comerse un par también. —Es un buen álbum, Min Suk.

Su rostro pareció iluminarse con el contacto entre sus manos, a pesar de las imágenes pasadas que caían en picada sobre él. Atuendos que ya se le hacían ajenos, risas que no experimentaría nuevamente si no aclaraba la situación, todo parecía ansioso por ser comparado. —Por eso la fila avanzaba tan rápido…— Park Soo Yeon, repartidor de día y parca de noche, gran fanático de la literatura y la comida, un analfabeto en el mundo del entretenimiento coreano. Qué iba a saber el hombre que las reuniones entre artistas y sus fanáticos durarían tan poco, si ya había perdido la cabeza al ver todas las fotografías que salían de los álbumes que había adquirido. No era solo un disco, era el rostro de Min Suk repetido mil veces en distintos atuendos. —También lo dudo— El otro estaba totalmente en lo correcto. Volvió a mirar hacia atrás, comprobando también la siguiente afirmación. Si se veía algo distinto a las chicas, y lo agradecía enormemente. Tras regresar a su posición inicial, y estudiar los labios del solista mientras guardaba silencio, intentó memorizar los movimientos que recorrían sus manos. Eran círculos pequeños, poco o nada ambiciosos, pero podían ser suficientes para tranquilizar su mente colapsada.

Hasta que perdió esa conexión, y los recuerdos que provocaban revoloteos en su abdomen. Sus dedos tamborilearon lentamente en el aire, como si buscaran a tientas la fuente de calidez que había desaparecido, antes de caer sobre la mesa. Las palabras que escuchó luego le robaron una sonrisa que, por repentina, le provocó también un escalofrío. Quizás pronto podría decirle que él también esperó, aunque no pudo admitirlo durante todo ese tiempo, por trecientos años. Cuantas vidas había visto florecer y marchitarse mientras escribía, pensando en un pasado que a pesar de doloroso seguía siendo una fuente de calidez inmensurable. Y por qué no, lo esperaría trecientos años más si era necesario. Tuvo suficiente tiempo para pensar y aclarar, rindiéndose ante la idea de entregarle todo lo que no pudo años atrás, cuando debió haber sido valiente. —Entiendo, esperaré.

Se levantó del asiento sin prisa, intentando mantener la cercanía con Min Suk un poco más, hasta que la separación fue inevitable. Con la postal en una mano y el lightstick nuevamente en la otra, bajó de la tarima y atravesó el pasillo que llevaba a la salida del edificio. Leer el mensaje le remeció el alma, entregando algo que podía sentir similar a la esperanza, pero mucho más realista. Tras cruzar la puerta giratoria, tímidas gotas de agua cayeron sobre sus mejillas para asegurarle que estaba despierto, y que en dos horas podría confesar lo que por tantas semanas había estado tirando de sus hilos. Se sentó en una de las bancas del jardín, ignorando la mirada de los guardias que custodiaban la entrada. La lluvia era sutil, como si se tratase de rocío, y no era suficiente para molestarle o empapar su ropa. Esperó, se quedó allí y nadie le movería, al menos así fue hasta que escuchó la voz de Min Suk y la de otra persona acercándose. Abrió los ojos que había mantenido cerrados hasta ese momento y se incorporó para verle.

De pie se veía aún mejor que sentado. El traje que lucía se ceñía perfectamente a su figura, dándole protagonismo a sus piernas ya largas y definidas. La ropa moderna le quedaba de maravilla. Se acercó con cuidado, intentando no alertar a los guardaespaldas que lo rodeaban con un movimiento brusco. No era una amenaza ni un fan loco, Min Suk podía aclararles eso para que le permitieran el paso. —¿Ya pasaron dos horas?

Se metió entre los altos especímenes que cuidaban al artista y le arrebató el paraguas a quien le protegía de la lluvia. Si lo sujetaba él, tendría un buen motivo para mantenerse cerca del protagonista. —¿Qué harás ahora? ¿Quieres venir a mi departamento? — Su mirada viajó de rostro en rostro, buscando alguna reacción entre los presentes que podían haber escuchado la invitación. Complacido al notar que no era el caso, o eran lo suficientemente indiferentes como para mantener esas caras de póker, levantó un poco más el paraguas. —O si estás cansado puedes volver al tuyo, puedo esperar a que te relajes antes de molestar.

Delante de ellos se encontraba estacionada una van con vidrios polarizados, y dudaba ser capaz de subir con él al vehículo, por lo que planificar bien sus siguientes pasos era el motivo de sus ansiosas preguntas. Necesitaba asegurarse de que tendría la oportunidad de estar a solas con él para entregar la información.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:09 am
Minsuk

«Tu amigo o novio me dijo que no los molestara.»

¿Novio? Una oración completa, y sin embargo, esa sola palabra quedó bailando maquiavélicamente por su cerebro, incluso después de decirle adiós a la admiradora número veintiocho chillando eufórica. El millón de agradecimientos y manos sujetándose a las propias fueron una distracción obligatoria porque todavía había engranajes girando dentro de su cráneo y trabajando para buscarle sentido a la frase.

Oh Min Suk se consideraba una persona supersticiosa, y atribuir un carácter sobrenatural a ciertos sucesos era natural, su tipo de ‘normal’. Ahora... Ahora es cuando cruzaba a la vereda de en frente y se volvía un hombre de evidencia científica, buscando una razón racional y fundamentada. Reunir datos suficientes y llevar a cabo la investigación pertinente para dar con la información.

Notita mental que escribía mientras se acercaba la próxima seguidora: interrogar a Sooyeon cuando pueda. Si regresó después de aquel fiasco y el solista jamás se enteró, entonces... La falta de comunicación podía ser la única culpable, porque habrá envenenado a cada neurona con todo el alcohol del mundo, pero aún recordaba a su amigo esa noche. ¿Kangdae olvidó mencionar ese detalle? ¿Por qué no le dijo nada? Ah... Pero no sería justo denunciar esa actitud, ni enojarse. El propio Minsuk colocó cierta distancia entre ambos luego de ventilarle sus problemas personales por la cara y prácticamente humillarse. Mostrarse vulnerable le incomodaba, acostumbrado a ser reservado con lo que sucedía en su cabeza.

Confiaba en la antigüedad de esa relación, y su amigo bajo ninguna circunstancia se burlaría de sus sentimientos, lo conocía bien. El problema apareció con los modos incorrectos del yojeong por abordar el tema de golpe, impulsado por despecho y mal humor. Tsk, es un hombre adulto, tendría que enfrentar la situación en algún momento, llamar a Kangdae y explicar por qué las cosas quedaron raras de repente. También preguntar por qué pudo percibir tanta decepción en la mirada de Sooyeon cuando mencionó a su amigo. ¿Qué le dijo exactamente? No le sorprendería si se trató de una broma tonta, o tal vez una forma de protegerlo después de atestiguar a Minsuk hecho un desastre emocional por culpa del repartidor. En el pasado habrán bromeado con un noviazgo ficticio para fastidiar a otros, porque eran jóvenes aburridos queriendo pasar el rato. Solo mejores amigos.

¿Por qué tenía la necesidad de aclarárselo a Sooyeon lo más pronto posible?

La fila no ayudaba, por más que ahora pudiese ver el final de ésta y contar a unas cinco personas. Bebió agua porque sentía deshidratación total en el cerebro; trabajó demasiado, y con la aparición de cierta persona, se multiplicaron las tareas en muy poco tiempo. Normalmente explotaba a éste con su exigente profesión y Wujong respirándole en la nuca con sorpresas indeseadas... ¿Park Soo Yeon? Otra carga que revolucionaba todo. Un buen álbum. Quizás debió señalar que lo es gracias a él. Podría reír o llorar, tal vez las dos; Un repartidor paliducho resultó ser su inspiración. No. No pretendía ofrecer generosidad tan pronto y decirle que toda canción tenía sentimentalismo risueño por él. Admitir ahí mismo que se sintió capaz de componer otra balada cuando elogió su álbum.

Jamás imaginó sentirse tan ansioso con el pasar de los minutos. Pudo haber sido la silueta de Sooyeon alejándose demasiado para su gusto. No se marcharía... ¿no? Y ahora comenzaba una espiral de introspección; ¿habrá sido muy grosero? ¿Debió actuar diferente? Tenía derecho de estar molesto después de tanto tiempo. Ah, aunque existía una tonta verdad; Minsuk tampoco luchó para buscarlo, aferrándose al orgullo y concentrándose en su trabajo como método de distracción. Esperando que fuese el repartidor quien se acercara, como si estuviera escrito. Pero nada estaba escrito, y tal vez su mala conducta merecía que Sooyeon abandonara el edificio para no volver.

Qué peligroso era seguir pensando. Pudo entretenerse los últimos momentos que compartió con un par de seguidoras hasta que el evento oficialmente llegaba a su fin y organizadores agradecieron el trabajo de todos, palabras distantes para lo desconcentrado que estaba. Comprometido y cortés sonrió a cada persona, leves reverencias sin perder el hábito, y buscar con la mirada a quien se adueñaba de sus pensamientos fue inevitable. Sentir un ligero desasosiego en el pecho cuando no lo veía por ninguna parte también fue inevitable. La última vez las cosas quedaron inconclusas. No soportaba la idea de que sucediera nuevamente.

El montón de gorilas a su alrededor cumplieron el papel de siempre; formar un muro firme que protegería al artista mientras abandonaban el edificio. Minsuk estaba acostumbrado al procedimiento, caminando a la par de cada guardaespaldas a la vez que saludaba y le sonreía a algunas seguidoras esperando a la salida. En ningún momento renuncio a la búsqueda del repartidor, ocultando una mueca entristecida detrás de su mascarilla. El paraguas se convirtió en un refugio temporal de apatía y estuvo muy cerca de rendirse, continuar el trayecto hasta el vehículo con su mirada despechada en el suelo. Muy cerca. La figura indiscutible de Sooyeon lo salvó de convertirse en un triste retrato afligido y automáticamente cambió su dirección, casi tropezando con uno de sus escoltas. El hombre robusto en cuestión siguió al artista y junto a él correteó su maquilladora alarmada con el paraguas en mano.

Enfocarse en él era tan simple, debilidad que se preguntaba si realmente podría considerarse como tal, teniendo en cuenta la tranquilidad habitando en su pecho. ¿Lo esperó bajo la llovizna? — ¡Minsuk! ¿A dónde vas? — la vocecita alterada de su maquilladora no amedrentó su accionar en lo absoluto. El manager solo rodó los ojos, —y ahora qué—, decía su mirada. Necesitaba un pretexto viable o el guardaespaldas pronto lo alejaría de la escena. — Es... Un viejo amigo de la familia. — Informó rápidamente, acercándose aún más e ignorando las siguientes quejas. Detuvo su avanzar ligeramente cuando esa conversación pareció llamar la atención de Sooyeon, y fue consolación palpando su hombro, verlo tan real como antes.

No sabe si ya pasaron esas dos horas, y tampoco quiso responderle. Pies clavados en el suelo y manos escondidas en bolsillos, se convirtió en un maniquí con la capacidad de respirar y... — Dijiste novio, — La confusión del staff fue evidente, el mismo yojeong se encogió de hombros ante aquel tonto impulso y encontró consuelo en la mascarilla tapando parte de su cara, solo sus ojos traicionaban a su dueño con un brillo vergonzoso en cada uno. Quería decirle tantas cosas y éste no era el lugar. Era estúpido e irónico, como las cosas cambiaron de repente. Hace dos horas y media creía que Sooyeon no se preocupó en buscarlo las primeras semanas, fue el tiempo límite que Minsuk decidió imponer antes de favorecer a su propio orgullo y cruzarse de brazos, totalmente despechado, enojado con el mundo. Ahora resulta que había vuelto y Kangdae nunca le dijo nada. Pero, ¿le hubiese permitido entrar de nuevo a su departamento? Con tanto alcohol encima, sí. Eso y más. — no estoy saliendo con nadie.

Podía arrepentirse otro día; sentir vergüenza ajena de sí mismo, desesperado por aclararle su situación sentimental.

El clima era gris y sin embargo Minsuk juró soñar despierto por un ratito; el amanecer asomándose en plena tarde, y el sol estaba ahí parado, vestido de negro y robándose un paraguas. Mordió su labio inferior y peleaba en silencio con una voluntad peligrosa; quería tocar su rostro, medir la temperatura de su frente y reprender la estúpida decisión de esperarlo afuera, hacerle creer que se había ido otra vez. Contempló un rato el rostro húmedo, las gotas de lluvia lucían como pequeñas gemas de cristal brillando sobre su piel y los labios que todavía recordaba, se movían a la par de una frase casi distante a los oídos del solista. — Lo que haremos es irnos de aquí, juntos. — Redujo distancia para resguardarse bajo el paraguas y alimentarse de esa nueva excusa, perderse en las líneas de su rostro. Quisiera poder ver aquellas tres formándose junto a sus ojos cuando sonreía plenamente.

El aclarar de una garganta impaciente interrumpió la escena y solo pudo culpar al manager cruzado de brazos, un pie golpeteando el suelo con insistencia. No podían hablar aquí, tampoco podía darse el lujo de mirar a otro hombre públicamente y con tanto interés. — Estoy agotado, pero eso da igual ahora. — ¿Para qué mentir? La temperatura fresca junto a la llovizna se convirtió en motivo suficiente para enterrarse bajo sábanas cálidas y no salir hasta el próximo año. Y probablemente cuando oscurezca sus párpados van a querer seguir el mismo camino, sin embargo, conocía su cuerpo, sus límites; no había línea que trazar con los sentidos tan despabilados gracias a esta presencia. Una que en secreto mejoró su jornada. — Y relajarme es lo último que haré si no hablamos... Iremos a tu departamento porque ya sabemos cómo terminaron las cosas en el mío. — Viejo amigo, el sarcasmo no era mala señal, quería decir que estaba... Conforme con las circunstancias actuales.

Tironearlo del brazo fue necesario para prácticamente arrastrarlo al vehículo con él. Este ‘amigo’ de la familia tenia un tema personal e importante que hablar con él, y eso es lo que dijo ante las miradas sospechosas de los miembros de su equipo. Nadie cuestionó por respeto a la privacidad. O porque estaban igual de exhaustos y solo querían terminar con el día.

Apenas tuvo oportunidad, le preguntó al repartidor dónde vivía y rápidamente informó al conductor mientras ingresaba al coche, sentándose donde siempre: junto a la ventana. Palmeó el asiento a su lado y una mirada bastó para comunicar un simple mensaje, «Siéntate a mi lado.» Distraerse con el mundo de afuera sirvió para calmar su ansiedad, al menos hasta que llegaron a su destino y el manager, a pesar de los libertinajes dados, advirtió que esto sería notificado a la empresa. Minsuk asintió con rapidez, agitando la mano en el aire como si espantara una mosca y empujó a Sooyeon, golpeteos en su espalda debieron ser insistencia suficiente para avanzar al interior del edificio.

Por su garganta viajaba incertidumbre, una muy ansiosa generando ese popular cosquilleo en su pecho; conocía bien el lenguaje del corazón, no necesitaba traductor para los latidos correspondiendo fácilmente a una presencia tan familiar. La exposición pública de antes fue una restricción a la cual tener en cuenta para evitar polémicas, o su cara en la siguiente tapa de revista de chismes. Con la privacidad de un edificio y proximidad, sentía revelarse segundo a segundo, la presencia junto a él despertaba tantas emociones. Y nadar en esa mirada lo convertiría en fragilidad pura, un naufragio que a pesar del significado de la palabra, lo sentía perfecto; el espacio donde no le importaría perderse para siempre.

Antes de que sus labios debatieran con su cerebro, estos actuaron por instinto, enlazados a este nombre; — Sooyeon. — Delicado como aquella llovizna mimando su piel, anheló cumplir la voluntad de antes y tomó la mano ajena para capturar su atención, murmurando de cerca en búsqueda del momento íntimo que nunca tuvieron. — ... Gracias. — Una sola palabra que podía acarrear mucho; gracias por venir a mi, gracias por esperarme, gracias por escuchar mi álbum, gracias por estar aquí ahora. Oprimió a cada dedo, caricias mínimas patinando sobre frescura que abrigó unos pocos segundos antes de despedirse con el deslizar de yemas lentas, demorando su adiós. Apartó la mirada con una sonrisa tímida, la primera en años y era con él... Por supuesto.

De un suspiro se quitó toda inquietud de encima y observó el panel del ascensor, botones que evitó presionar sin saber a qué piso ir. — Vamos, tienes mucho que explicar... Y yo también quiero dar mi parte. — Un pasó al elevador y del brazo arrastró a su compañía con él, disfrutando de estos pequeños momentos en los que podía tentar carne y hueso, confirmar lo real que es Park Soo Yeon. El alivio detrás de esa verdad.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:11 am
Sooyeon

Amigo de la infancia, Park Soo Yeon era un amigo de la infancia. La descripción a la que había sido reducido le pegó por sorpresa, provocando una punzada incómoda en su pecho. Era mal momento para recordar como en el pasado había quedado atrapado en esa clase de relación a pesar de sus sueños por ser algo más. Respiró profundo el aire húmedo que los rodeaba y forzó una sonrisa casi tan brillante como las que Minsuk era capaz de provocar con sus canciones, aferrándose al paraguas como si le ayudase a mantener la compostura. —Dije novio— Repitió viendo de reojo a quienes seguían al artista. ¿Estaría bien si hablaba de esas cosas tan abiertamente? No quería causarle problemas al chico, no le parecía justo seguir haciéndolo.

Una mirada volvió a él, los ojos críticos de uno de los guardaespaldas parecía clavada entre sus cejas, como si fuesen capaces de depositar una bala de un momento a otro. Buscó rápidamente alguna pista que revelase la posibilidad de un hombre armado y suspiró al notar que se equivocaba. Se acercó un poco más tras asegurarse de que no terminaría en el piso, aprovechando el impulso para rozar sus dedos contra el brazo del otro. Un par de escenas resplandecieron en su cabeza, días soleados del pasado, lindos recuerdos que creía haber perdido con el pasar de años en negación. En esas cortas escenas, la risa de Migyung flotaba junto al viento, volviéndose una brisa más contra sus mejillas ya adoloridas por tanto sonreír. Se estaba escondiendo entre esos árboles que en el presente se habían convertido en dos bancas del parque que cruzaba la calle Bosu para no tener que escuchar lo que pudiese seguir a esa conversación sobre otro. Otro que además también estaba muerto. ¿Por qué tenía que escoger al otro muerto? Sus labios hicieron un sutil puchero. —No estás saliendo con nadie.

¿Por qué de un momento a otro sintió que dejaba de llover? Dio un respingo que nació desde lo más profundo de su impulsividad y buscó ansioso la mirada de Minsuk. —¿No estás saliendo con él? Pero dijo que— Estaba confundido, y la incapacidad para dejar de mover sus labios a pesar de no estar pronunciando palabra alguna era muestra más que evidente del corto circuito por el que pasaban sus neuronas en ese momento. —Dijo que ya estaban…. Que estaban acostados juntos— Tuvo que acercarse para susurrar esas palabras y evitar que oídos curiosos se deleitaran con un posible rumor. No es que fuese celoso, no tenía derecho de sufrir por algo así, pero era lo suficientemente conservador como para pensar que alguien que comparte el mismo colchón con otro en la noche podría ser más que un amigo, —¿De verdad no sales con él?

Se apartó rápidamente luego de eso, despertando de su lapso de emoción gracias al carraspear de uno de los que seguía al artista. —Ah, vivo en… Un hotel— De un momento a otro la idea de pasar sus días como huésped no sonaban tan bien, si hasta llegó una sensación de vergüenza a la boca de su estómago. ¿Qué podría ofrecerle a Minsuk en esas condiciones? No tenía cocina, no tenía comida más allá de un pequeño frigobar con botellas de agua y un par de bombones de chocolate que quedaban allí por cortesía. El sarcasmo no ayudó a deshacer el nudo que se había formado en su interior, sólo le hizo tragar con fuerza para relajar la garganta. —Si, supongo que sí… Lo siento.

Se metió al vehículo tras pasarle el paraguas a uno de los guardaespaldas, con cierto reproche acosando sus pensamientos, culpa que aún quemaba los rincones de su conciencia cada vez que recordaba como había reaccionado tras reencontrarse con alguien que creía haber perdido para siempre. No tenía excusa, tendría que haberse controlado un poco. —Hotel Bono— Respondió automáticamente, aún sumido en una reprimenda mental demasiado agotadora. Su cuerpo siguió las instrucciones del artista, ubicándose a su lado y a pocos centímetros por el instinto de buscar su compañía y calidez. Con el pasar de árboles inquietos el viaje se realizó en silencio, ausencia de ruido que no causaba incomodidad sino expectativa. Tendrían tiempo para intercambiar tantas palabras como fuese necesario en cuanto bajaran de esa sofocante van.

Por eso respiró con tanto entusiasmo en cuanto puso nuevamente un pie en tierra firme. Se alejó del carro con pasos largos, intensidad sofocada por su intención de mantenerse cerca del cantante. El hotel se veía vacío, con solo un par de empleadas cuidando del mesón del lobby, aunque suponía que la tarea se les complicaba estando tras las pantallas de sus móviles. —¿Gracias? — Era una pregunta que no necesitaba respuesta, no luego de ver la sonrisa que iluminó el rostro del chico con tanta pureza. Sooyeon no pudo hacer más que devolverle el afecto entrelazando sus dedos con los contrarios, como si esa mínima muestra de contacto fuese capaz de transmitir los agradecimientos pertinentes. —Por cierto, no tienes que preocuparte por ellas— Quiso agregar sólo por si acaso eso causaba preocupaciones en el artista que debía mantener cierta imagen. Podía encargarse de ellas luego, ni siquiera recordarían qué estaban haciendo.

Subió al elevador y marcó el último número, piso veinte. —Estoy usando la suite. Necesitaba espacio para guardar… los álbumes— Soltó lo último perdiendo fuerza con cada sílaba. Había olvidado que sobre su sofá se exhibían cientos de ejemplares de su última obra, compras necesarias para asegurar unos cuantos minutos con él. Se mordisqueó el labio tras escuchar el sonido metálico producto del choque de las puertas. —Minsuk— Volteó a verle lentamente, aprovechando cada milésima de segundo que el tiempo le regalaba para reunir el valor que sus ideas necesitaban. —Déjame abrazarte— Fue una petición que evitó formular como pregunta, temeroso de escuchar una negativa. No sentía que el menor fuese a rechazarlo, pero no quería tentar a su suerte una segunda vez. Se acercó con cuidado, como si algún movimiento repentino fuese a espantarlo, y rodeó su cuerpo para atraparlo. Por qué no, se tomó también el derecho de hundir el rostro en su cuello. Era una persona cálida, capaz de combatir con el frio natural de su cuerpo. —Por cierto, tengo un conejo— Comentó contra su piel, sin apartarse ni un centímetro. —Si no te gustan puedo llevarlo a su jaula— Tenía una que no se usaba demasiado, pero era necesaria para transportarlo cuando se mudaba o debía ir al veterinario. La campana que anunciaba el fin del trayecto fue lo único capaz de hacerle levantar la cabeza, pero no suficiente para romper el abrazo. Arrastró al artista en esa misma posición, buscando su puerta dando pasos de pingüino para no pararse sobre sus zapatos. Infantil, pero un placer al que se negaba renunciar hasta que fuese estrictamente necesario: abrir la puerta, por ejemplo. Le soltó para buscar la tarjeta en sus bolsillos, y la pasó por el lector para quitar el seguro. —Adelante.

En el interior, varias montañas de álbumes y photocards esparcidas cubrían el piso y los muebles, como si una exposición privada del artista hubiese dado a lugar hace poco. Una bola de pelos se movía inquieta entre ellas, dando saltos cortos para avanzar hacia su dueño. El sacudir de sus orejas fue el saludo correspondiente, aunque poco tardaron sus ojos en analizar a la criatura que acompañaba al hombre. Un desconocido. Soo Yeon nunca había llevado a alguien a su casa. —¿Por qué lo miras así?

Se sintió incómodo por un segundo. El contacto visual era demasiado intenso para tratarse de un simple conejo.

Tosió para dejar el asunto atrás y cerró la puerta tras asegurarse de que Minsuk había avanzado lo suficiente. —¿Comiste hoy? — Corrió al sofá y tomó una pila de mercancía para hacerle espacio al invitado, una vez dejase el momento íntimo con el conejo al menos. Varios álbumes y cuadernos de notas quedaron sobre la mesa de centro, junto al casco que usó cuando se encontraron por primera vez y una bolsa de galletas que aún no tenía oportunidad de comer. —Hay un menú en alguna parte, puedes llamar a recepción y pedir algo. Debo cambiarme de ropa, espérame. — Miró al conejo que parecía demasiado cómodo en brazos del otro y levantó una ceja. ¿Qué derecho tenía para estar tan a gusto?

Corrió a la habitación, se quitó la camiseta húmeda y buscó su reemplazo en el armario, tela negra contra tela negra disputaban el puesto de atuendo del día, aunque tomó cualquiera y salió con un brazo aún sin colocar. No quería dejarlo sólo demasiado tiempo. —¿Lo encontraste? — Preguntó terminando de colocarse la prenda y revisando su apariencia en el espejo del recibidor. Cabello aún húmedo, rulos buscando toda la atención del mundo, y su piel tan pálida como siempre. La muerte le sentaba bien. Tras arreglar un par de mechones se acercó nuevamente al sofá, retirando otro grupo de cajas y libros a medio leer para poder sentarse a un lado del artista. —Creo que tengo todas tus cartas, ¿gano algo? — Recordaba que años atrás habían estado de moda unos álbumes de pegatinas, donde encontrarlas todas significaba poder canjear un premio. ¿Tendría él un premio?

—Tú, sal de encima— Su parpado saltó un instante al ver al animal aun acurrucado sobre las piernas ajenas, como si fuesen conocidos de toda la vida. Él no podía tratar al artista de esa manera, por lo tanto su mascota tampoco tenía el derecho. —Yo estoy primero— Bromeaba, claro.

Claro.
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por Plastic Hearts Vie Oct 27, 2023 7:11 am
Minsuk

Ironía desfiló para él en el deslizar de dos puertas metálicas, permitiéndole respirar a gusto con éste escondite temporal, oyendo un secreto en el aire; una oportunidad abriéndose al mismo tiempo que el ascensor cerrándose, y sus ojos siguieron un hilo invisible conectándolo con esa mirada otra vez. Y que hermoso resultó un paisaje de pocos colores; elevador grisáceo de cuatro paredes sólidas y una presencia muy popular en el medio, blanco y negro. Pero era suficiente. Dios, Park Soo Yeon en verdad lo era. — Hm, una suite suena mejor que vivir en la calle. — Lo aceptaría de todos modos, suite, apartamento o un pedazo de cartón sobre sus cabezas; Minsuk estaría más concentrado en leerle los labios y soñar despierto. Conociéndose, adoptaría al repartidor de igual forma que se llevaría un cachorro a casa, entre abrazos y caricias. Esto último le hizo sonreír, o quizás era el sentimiento entusiasta de dedicarle todo, no mezquinarle ni una mueca afectuosa. — Espera... ¿Tanto espacio necesitabas? — Párpados abiertos de sorpresa durando segundos, porque soltó una risa airosa y nudillos juguetones golpearon el hombro ajeno, inhalando aquel comentario como una broma pasajera. No había forma de que tuviera tantos álbumes... ¿verdad?

Parecía estar acostumbrándose a dos universos asombrosamente expresivos, tan precisos en el titilar cada vez que decían algo, y cómo no volverse un astrónomo estudiando la física del universo cuando descubría tantas estrellas en una sola mirada. En silencio se preguntaba si algún día podría contarlas y nombrarlas a todas, hacerlas suyas. Qué distraído estaba hoy. Y a la vez no, porque esa voz lo ayudaba a aterrizar en tierra firme. — ¿Mm? — Confirmación suficiente de que escuchó su nombre en el aire, contemplando los cambios de intensidad en esos ojos; y quizás debería pedir un deseo mientras persista la luz en ellos, igual que una estrella fugaz. Ah, pero no pudo cumplir con aquel plan porque las siguientes palabras capturaron toda su atención, y en su repentina afonía solo pudo asentir sin nada que ofrecer más que otra sonrisa plena. Una haciéndole doler las mejillas de lo amplia que era, sintiéndose inmóvil con sus brazos atrapados en una esencia tan real. Perfectamente real. Presionó sus labios en un intento fallido por retener a las mariposas arrasando con todo a su paso y dejó escapar un suspiro risueño, uno largo y consumido por todo el tiempo que esperó ésta interacción; simpleza tan adorable como un abrazo real y sincero. El hecho de que fuese Sooyeon quien lo iniciara, como siempre sucedía en sus sueños, fue demasiado. Cerró los párpados y esta vez su boca oprimió un quejido emocional, frescura en su cuello no ayudó a calmar la volatilidad de esos aleteos.

Años sin sentir esos ridículos aletos en su estómago. — ... Me encantan. — Diminuto. Se sintió diminuto cuando las cuerdas vocales fallaron en darle fuerza, mordiéndose el labio con tanta placidez y pestañeó varias veces, sermoneando en silencio a la inesperada precipitación de sus ojos chocolate. Dios, esperó tanto por un simple abrazo y solo encontró euforia en los latidos de su corazón. Quiso mover sus propios brazos, pero estos seguían encarcelados y no le importó en lo absoluto volverse prisionero por un momento que duraba horas. Su madre una vez le dijo; "El amor es detener el tiempo en un reloj, para que dure para siempre." ¿A esto se refería ella? No podía pensar con claridad en eso ahora. Arrimó su cabeza con apego y la protesta de su piel fue ignorada, entregándose completamente al frío sin más. Y podría usar una excusa para tanta calidez concentrada en sus pómulos, sin embargo, no era necesario. Quería ser honesto, siempre lo fue. — Ah, no, no hace falta. Los adoro, de verdad. — No supo lo embriagado de felicidad que estaba hasta que hablaron sobre su cuello, le gustaba esa sensación. Recordando el tema de conversación todavía flotando entre ambos, aclaró la garganta y retomó el control de sus neuronas; — Los conejos, digo... Los adoro. — "También tus abrazos", le faltó añadir, pero contuvo el impulso e inhaló tratando de memorizar su fragancia.

Hace tiempo no escuchaba el sonido de una risa tan aguda y que sea... Bueno, suya. Y volvió a oírse nuevamente, regocijo expresado con jovialidad pura, intentando seguirle el paso a quien no quería soltarlo. Experto en sincronizar sus pies con los contrarios, cumplió la misión de no caer al suelo y repetía risillas cada vez más leves. Quería grabarlas en las paredes, en el techo, en los oídos de Sooyeon, convertir este edificio en una cueva de ecos dónde solo se escuchasen sus voces. — Y aunque no me gusten, ¿qué derecho tienes de encerrar al pobre? ¡Déjalo ser! — Un regaño tan retozón como el vibrar de su pecho escondiendo el último cosquilleo antes de aceptar separarse, por ahora. Fue difícil hacerlo después de encapricharse rápidamente con todas las sensaciones. Una figura exacta aferrándose a su cuerpo, lo sentía una pieza colocada en el lugar que le correspondía. La tibieza de dicha unión también continuaba viva al igual que su sonrisa y manos ansiosas que no estuvieron cómodas hasta colarse por los hombros de Sooyeon, ingresando detrás de él. Buscaría cualquier motivo para volver a sentirlo. Y estaba tan despreocupado, dedos tamboreando sobre el repartidor, que de un momento para otro se vio a sí mismo más de... Cinco. No, diez. No, no, ¿quince?

Una pausa. Larga. Muy larga. Demasiado larga. Hizo un escaneo completo de la zona; pasmado ahí mientras perdía la cuenta mental que llevaba, y fue una sorpresa honesta, verse un par de veces más sobre la pared. ¿Está enmarcado? —... Woah. — Dos pasos, lentos y meticulosos, tuvo mucho cuidado en no pisar una pequeña postal que quedaría atrapada bajo su suela y si bien, sus labios aún encorvaban alegría, parecían un poco distraídos con semejante escenario. De verdad, ¿Cuántos álbumes compró? Cuando desvió la mirada hasta finalizar su paneo general y tal vez, preguntar de la manera más amable posible, si realmente pagó todo esto o... Robó, se vio trágicamente capturado por un par de ojitos tan negros de lo más adorable, tanto que ignoró por completo el hecho de que una bolita de pelos negra estaba masticando una photocard con su cara mientras... Mientras miraba su cara. — Sshh, — Automáticamente calló a Sooyeon y alzó un dedo a sus labios para enclarescer la acción. — estamos teniendo un momento. — ¿Era éste el ritual de iniciación? ¿Lo estaría juzgando? Ahora mismo se volvió un fiel creyente del amor a primera vista, con una naricita curiosa olfateando en su dirección y qué tentador fue sostenerlo entre sus brazos. Habrá visto animales antes, por ejemplo, adoraba a los gatos y tuvo uno hace años, también compartió horas de trabajo con criaturas dignas de besos y caricias, las entrevistas con cachorros eran de lo más terapéuticas. ¿Conejos? No tiene mucha experiencia con ellos más que videos por Internet y comentarios de conocidos que poseen uno. ¿Es ésta su oportunidad de abrirse camino al mundo de los lepóridos?

Y, oh, le abrieron las puertas; o le abrió las puertas mejor dicho, este pequeñín acercándose para aceptarlo completamente. Largas orejas bailaron al son de sus leves saltos hasta que estuvo junto a su zapato y Minsuk se agachó a la altura, rodillas cediendo sin problemas. — Tomé café con galletas hace unas horas. Y mucha agua. — Simple y desatento, tenía un compromiso en el sutil acariciar de su dedo; fue delicado al rozar su nariz y su cabeza, pelaje extremadamente suave. Quería apretujarlo entre sus manos, pero no era un peluche. Tal vez podría cumplir ese capricho con Sooyeon, apretujarle las mejillas como tantas veces hizo en sueños. El conejo se robó toda su atención cuando notó lo interesado que estaba por su regazo, una patita descansó sobre la rodilla, como si estuviese calculando el salto perfecto y, ah, el yojeong casi se derrite por el primer intento fallido del pequeñín para subirse a sus piernas. — Oh, veo que soy digno de su grandeza. — Murmuró entretenido, dándole un empujón con su propia mano y permitiéndole olfatear más. En cuestión de segundos ya estaba asintiendo automáticamente a las palabras del dueño de casa mientras amaba a un nuevo bebé en sus brazos; uno esponjoso y adorable. No quería explicar cómo fue embrujado rápidamente por esta cosita, solo se preocuparía por repetir la misma caricia de siempre y sonreírle a la calidez contra su pecho, caminando hasta el sofá sin despegar la mirada del conejo. — ¿Cómo te atreves a mirarme con esos ojitos? — Cuestionó profundamente ofendido por el enorme brillo en cada orbe, arrimando su propia nariz con cuidado hasta notar que, en efecto, tenía el privilegio de rozar la del conejo. Un beso inocente entre narices y la felicidad llegó a sus ojos enamorados, sonreían más que sus labios.

Sooyeon había abandonado la escena y no se percató cuándo regresó, tampoco comprendió la pregunta tras recalcular esta varias veces; ¿encontrar qué? Y cuántas distracciones iban a darle el día de hoy, no tenía idea; esta vez fue el repartidor quien capturó su mirada curiosa, una muy atenta explorando un brazo antes de que este fuese encubierto. Parpadeó varias veces, una costumbre nueva al parecer; aletear pestañas sea por desconcierto o emoción. Sintió un poco de lo primero, y aumentó cuando notó rebeldía en mechones que creía siempre lacios; rulos. Park Soo Yeon tenía rulos. — Uh... Encontré el significado de la verdadera felicidad gracias a este chiquitín, ¿te sirve? — Lo acarició ahora por costumbre y en un capricho, alzó a éste en manos. Solía hacer eso con su gato, mirarlo a los ojos y acercarle la nariz. El felino siempre rechazaba sus besos. Pero el conejo, aparentemente un don juan de primera, no se inmutaba en lo absoluto. — Míralo... — Susurró cuando sintió el peso de Sooyeon sentándose a su lado. — Creo que quiere proponerme matrimonio, — y como si escuchase las palabras, el conejo levantó ambas orejas atentas e interesadas, Minsuk sonrió. — o arrancarme la nariz de un mordisco. Le digo que sí a cualquiera de las dos.

Y rió ante ésta última ocurrencia, regresando este a sus cómodos brazos. Le fascinaba lo quieto que se quedaba y fue enternecedor sentirse el espacio seguro de un conejo. Ahí es cuando se percató del montón de papeles sobre la mesa en frente, — ¡Ah! A eso te referías. — Señaló aquella carta en cuestión, y el recuerdo de comida invadió su cerebro, bajando hasta su estómago. Contempló la posibilidad de leer el menú disponible, pero un rechazo nació al instante de tener que moverse de su lugar e incordiar a su adorable compañero. No había reflejo en la pared, y aún así se miró a sí mismo cuando quiso hablarle al repartidor, más, fue distraído por otro cuadro con una foto suya. No sabía cómo... Sobrellevar este descubrimiento. Tenía miles de postales y álbumes, ni hablar del montón de cajas. Algo en el interior de Minsuk temblaba con impaciencia porque, personalmente, es un hombre organizado y tanto desorden incitaba a cometer algunos crímenes. Sermonear al hombre de negro por tanto descuido. Y otra sensación, una ganándole a todas, era de pura felicidad. La realidad de estar comprobando con sus propios ojos que, en efecto, Sooyeon pensaba en él. Pensó en él, todo este tiempo. — Quiero... — Caramelo. Quería endulzarse el paladar, comer un postre por más que estuviesen en plena tarde nublada. Fijó su mirada en el dueño de casa, y adivinó el por qué de un antojo absurdo, tenerlo cerca y renunciar a la discreción. Y la abandonó, por supuesto, descendiendo hasta admirar esos labios, sonreír vencido por ellos. — Algo dulce, ¿crees que tendrán frutillas con crema?

El hombre frente a él lucia semejante; blanco como la crema y, si mal no recordaba, dulce como la fruta. No podría olvidar ese beso jamás. Qué tentador era contestar con su atrevimiento usual, pero lo sentía una ocasión especial. Diferente, y quería disfrutarlo. — Con qué cara, — Y una mano cuidadosa se separó del conejo para apuntar un dedo acusador al pecho contrario, sin poder evitar una sonrisa juguetona. — vienes a reclamarme un premio. — Alejó esa mano para fácilmente capturar una de las tantas fotos esparcidas, y ésta exhibió el delito con la mitad de su cara ausente; comieron su pobre mejilla y ojo izquierdo. — ¿Esto merece ser premiado? ¡Soy el alimento de tu conejo! Es un honor, digo, aw... mira esta cosita, — Lanzó la prueba del crimen por ahí y regresó su mano a dónde pertenecía; sobre la cabeza suave del animal, y juntó los labios para exagerar adoración en la última palabra. — pero no eres un fan devoto si permites que me coman.

Le susurró un montón de cosas sin sentido al culpable del crimen, mayormente frases acarameladas y dulces halagando lo adorable que era, otro beso compartido entre narices. Ah, tenía un nuevo animal favorito. Decidió que arrastró la broma lo suficiente, — Está bien, ¿quieres estar primero? — Olvidó al conejo unos segundos para concentrarse en Sooyeon, sonreírle con cariño; recordar el montón de estrellas que estaba dispuesto a descubrir y nombrar. — Consígueme esas frutillas con crema y tendrás toda mi atención. — Y con cuidado de no asustar a la criatura en su regazo, procuró ser generoso después de todo; acercar sus manos a las mejillas del repartidor para presionar y reír enamorado de este nuevo punto de vista. Sin ser suficiente, arrimó su rostro segundos después; maravillado por los colores que descubría si se concentraba lo suficiente, pupilas nadando en café que a estas alturas ya no le importaría beber frío. Tenía lindos ojos. Fuesen negros o marrones. Recordó su plan inicial y sonrió avergonzado, susurrando solo para él, a pesar de estar solos. — Voy a ser justo, si el conejo recibe uno, tú también... — Y finalmente regaló ese célebre beso esquimal, influencia de dos manos desapareciendo a medida que se perdía en el momento y cerró sus ojos para disfrutar la simpleza en pocos segundos, a gusto con el calor atrapado en un suspiro íntimo y cercano. Cuando sintió firmeza de hombros sosteniendo sus palmas abiertas, solo ahí notó lo hipnotizado que fue por esa pequeña acción y la fragilidad pellizcando su pecho con malicia. Otra sonrisa tímida, la segunda del día, y le dio espacio a Sooyeon.

No pudo apartar la mirada, y estaba lejos de encontrar conflicto en ésta debilidad, complacido con una realización especial palpitando en el interior de su pecho. Cautivo de esos ojos, había vulnerabilidad en los propios y se sentía, después de tantos años, dispuesto a exponerse de tal manera. La sonrisa que se extiende en su rostro está llena de adoración, abriéndose como una flor a los pies del sol. Capturó el brazo ajeno para que no se levantara aún, dedo pulgar subiendo y bajando instintivamente. — Antes, déjame aclarar algo. — Momento de declaración, por más que hubiese puesto al postre primero; quería olvidarse de las bromas solo un rato. Peleó unos segundos con su labio inferior, mordiéndolo en búsqueda de palabras correctas. Y solo encontró verdad; — Sé que es raro escuchar que te acuestas con un amigo... — Incluso a voz alta sonaba muy mal, pero necesitaba ser lo más claro posible o vivirían en una confusión muy cliché digna de telenovela. — Si Kangdae dijo algo como eso, puede que lo hayas mal interpretado. — Fiel a la amistad de años que compartían, quería creer que el dokkaebi escogió el tipo de palabras equivocadas, o se expresó mal. Porque si dijo estaban acostados, podía ser cierto. Minsuk recuerda haberlo invitado a su cama, pero solo para descansar. — Estamos acostumbrados a dormir en una misma cama, eso quiso decir con acostados juntos. No pasó nada... Raro. Solo somos amigos. — No sería tan específico en explicar por qué necesitó compañía esa noche, todavía era humillante recordarse en tal estado. Colocó presión sobre el brazo ajeno, importante que entendiera. — Y no salgo con él, ni con nadie.

No tenía sentido estar con otra persona si el único en su cabeza era él. Sus dedos abandonaron el brazo y estuvo aliviado de encontrar su mirada, sonreír resignado, confesar sin más. — Además... es complicado estar en una relación cuando hay alguien más en tu cabeza. — Y esta vez desvió la mirada para acariciar al conejo, sintiéndose a gusto con el enrojecer primoroso de sus mejillas. Estaban en todo su derecho de rebelarse contra él y exponer el resultado de su atrevimiento.
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